Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



martes, 18 de julio de 2017

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Retrato de familia con muerta" de Raúl Argemí

“Sólo que, de tanto en tanto, una chispa de rebeldía, de inconformidad, aparece para estropear un camino de rutinas hacia la nada”



Tras la lectura de “Retrato de familia con muerta” (Diario Público, 2011. Colección Novela Negra) de Raúl Argemí, me hice y os hago las mismas dos preguntas de cuando terminé “Las viudas de los jueves” de la también argentina Claudia Piñeiro (http://fjcalv.blogspot.com.es/2016/09/libros-que-voy-leyendo-las-viudas-de.html): ¿Afectan las crisis económicas a los más pudientes? ¿De pertenecer a una clase alta o excusada de la sociedad, qué estarías dispuesto/a hacer para mantener tu nivel de vida, el privilegiado estatus amenazado por la crisis o por cuanto suponga un revés a peor o inferior? Y es que esta última novela me ha recordado bastante a la otra, en la sutil y fiera crítica de las clases altas burguesas argentinas, encerradas en urbanizaciones de lujo, “countrys”, bunkers ajenos a la ley, a las normas de convivencia, por encima del bien y del mal, en las que suceden perturbadoras historias de amor, de poder o de melancolías de mandos, de locura y… de muerte. Muertes, crímenes que suelen pasar indemnes, ocultos tras burdos accidentes domésticos, con la anuencia de policía, políticos y jueces… el “establishment” de una sociedad todavía marcada por el cuño corrupto y privilegiado de dictaduras como la de Videla.

“Porque la suma de las partes -y nunca mejor dicho- no hacen a la persona. La persona se fue, y lo que queda es un amontonamiento de carne y vísceras que facilitan un recuento, pero no un rescate. Me entristece saber que somos nada más que ese montón de fragmentos sin sentido. Me gustaría creer en el alma, en algún dios, pero ya no puedo creer en nada”

“El asesinato sin resolver de una mujer de la alta sociedad argentina persigue a Juan Manuel Galván, juez en activo. La violencia con que es asesinada y la falta de un móvil claro lo mantienen en vilo. Tanto que su curiosidad profesional para que los culpables sean descubiertos y castigados deviene en una peligrosa obsesión. En torno a la muerta y su asesinato va tejiéndose una red que, lejos de aclarar los hechos, la complica todavía más. Su familia, sus amistades, la Fundación para la ayuda a los niños necesitados que preside, todo lo que la rodeaba se convierte en una inmensa trampa que la lleva a esa muerte indigna y patética.
Raúl Argemí consigue con Retrato de familia con muerta descubrimos las miserias de las clases bienestantes argentinas, la podredumbre que rodea los "countrys" o urbanizaciones cerradas, fuertemente protegidas, que son un campo sembrado para criminales de guante blanco, "inocentes" que no dudan en matar para preservar su estatus. A través de los ojos de un juez que ha perdido la fe en su oficio y en la capacidad de las instituciones para proteger a las verdaderas víctimas nos sumergimos en una sociedad carcomida por la corrupción.
Esta novela ha sido merecedora del II Premio Internacional de Novela Negra L'H Confidencial.”

“Ritter tenía razón, porque el escritor italiano (Pirandello) decía que somos la suma de las miradas de quienes nos ven. Y yo necesitaba sumar los ojos que convergían sobre la muerta, para saber quién era”

Aunque son varias las similitudes entre la novela de Claudia Piñeiro (2005) y la de Raúl Argemí (2008), en cuanto a estilismos y argumento, esta sobresale por una trama estructurada en un hábil “collage” (informes policiales y judiciales, recortes de prensa, pensamientos, miedos, declaraciones de testigos, historias superpuestas…) y por la inclusión de pinceladas de un realismo mágico, distintivo de cierta literatura argentina, experimental, y del que, tal vez no del gusto de algunos, a mi juicio hace más atractiva la narración. Atractiva, asimismo, por la definición de sus personajes, en sus contradicciones y singularidades, comenzando con la muerta y de la que desconocemos hasta su nombre, no importa, de los componentes de la familia, los “inocentes”, el arquetipo de la clase corrupta con sus oscuros negocios que se remontan a la dictadura militar y aún perviven en la democracia, la coral griega y fantasmal de las amigas de la asesinada; y en especial de Juan Manuel Galván, el juez argentino extrañamente, obsesivamente comprometido por esa muerte que no le importa, que no le concierne, y sin embargo…; para ello cuenta con la ayuda de otro protagonista único, Ritter, alguien capaz de introducirse en el mundo de las cloacas de esta sociedad podrida.

“Soy juez, y sé, por mi experiencia de cada día, cuáles son los crímenes más difíciles de poner en descubierto: los crímenes de los “inocentes”

Atractiva, más, la novela por esa particularidad, tan imposible, tan incómoda, de cómo puedan ser declarados inocentes los que a todas luces eran culpables de asesinato, y no es casual el título del libro, una familia implicada, o de cómo puede haber pasado y de dejar zanjado un crimen como un desafortunado accidente doméstico y cuando la víctima tenía marcas metálicas en el rostro producidas por puñetazos con un anillo, agujeros tapados con pegamento en la cabeza para ocultar cinco balas… tantas y sólidas pruebas para ningún culpable. Increíble.

“Me gusta la palabra “cretino”, señala tanto al idiota congénito como al hijo de puta que actúa con un desconocimiento tal de las normas de la decencia que parece ignorarlas de nacimiento”

Tan increíble porque Raúl Argemí, de una manera sencilla, valiente, a través de un relato ágil y conciso, parte de un caso real sucedido en uno de esos countrys privados en 2002, el despiadado asesinato de una mujer, con su correspondiente documentación oficial y oficiosa, para construir este formidable collage de voces de intriga policíaca, con pericia para hilvanar varios registros literarios (experimental, periodístico, negro…), en una historia narrada en primera persona, bien por el juez o por su amigo de la infancia, Ritter, o inclusive de ese teatro del coro griego de las amigas de la víctima.

“Sólo hay dos clases de personas que violan las reglas de lo permitido. Los que hacen de eso un modo de vida y los circunstanciales… Los primeros miden cada paso porque el castigo es inexorable, y a la medida de los hechos. Los delincuentes habituales … Los segundos están dispuestos a saltarse hasta la última barrera si es necesario, porque sienten que lo que les sucede es injusto ,….”

Una novela estupenda y recomendable.


“¿Qué dios cree ser cuando dibuja el alma de los muertos?”

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