Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



martes, 8 de agosto de 2017

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "La Caída de la República" de José Barroso

“Las personas que mueren ancianas se convierten en autoridades, en sabios o en referencias. Solo los que mueren jóvenes se convierten en leyendas.

Yo creo poder sentirme orgulloso de mi legado, encontré una Roma hecha de ladrillo y la transformé en una ciudad de mármol”




¡Devoción y rigor!


He tenido la oportunidad, y no la he desaprovechado, de dejarme llevar, de cautivarme, con la narrativa de José Barroso, un rondeño afincado en Granada y envuelto, con vocación encomiable, en lo que ha denominado la saga “IMPERIVM”, unas novelas que narran la historia del siglo I a.n.e durante el dominio romano. “La caída de la República” (Saralejandría, 2017), es la segunda novela de la serie tras “El ocaso de Alejandría”, ejemplar este en el que, conforme al argumento de esta segunda parte pero a través de la mirada de Cleopatra VII, glosa los interesantes acontecimientos del paso de la República de Roma al Principado primero y al Imperio de Octavio Augusto después. Entre estas obras, (y ya muero de ganas por leerla), José Barroso ha escrito “El secreto de Arunda”, ambientada precisamente en Ronda, en el siglo XV, durante la conquista (perdonen, pues para mí jamás será Reconquista) por los Reyes Católicos.


Si he de ser sincero, no soy lector asiduo de novela histórica, siempre he creído que nadie podrá superar a “Sinuhé, el egipcio” de Mika Waltari, y esta es una consideración que nada tiene que ver con esta reseña ni menos con su objeto. Con todo, o pesar de todo, gracias a José Barroso he tenido la ocasión de disfrutar de principio a final de una novela histórica que solventa con habilidad los tiempos muertos, las páginas innecesarias, las descripciones interminables, los alardes narrativos de autor, y los extemporáneos diálogos que enlentecen, a mi juicio, a este género literario. Quizás sea, e insisto en que es mi opinión y bastante subjetiva por tanto, de que Barroso no sea un escritor de novela histórica al uso, sino un diestro cronista que novela la historia. No me gustan las comparaciones, aunque en el intento de hacer más y mejor entendible mi mensaje, no fuerzo con el ejemplo de encontrar en José Barroso, por su objetividad, por su rigurosidad, por su límpida literatura, a un Cayo Suetonio actual, menos morboso y más comprometido, eso sí, al que no le abruma la fidelidad y verosimilitud de lo acontecido y relatado. Y en cuanto a lo acontecido y relatado, éste escribe acerca del siglo I a.C. o sobre un personaje histórico imponente, extraordinario como fue Octavio Augusto, y quien, junto a Agripa, Mecenas y Salvideno, (sin olvidar a su esposa Livia) cambió el devenir del mundo:


“La caída de la República, nos cuenta la historia del ascenso al poder del joven Octavio, junto con su esposa Livia, Mecenas y Agripa. Juntos llegaron a dominar el mundo ejerciendo el poder de forma despiadada sobre el senado y sobre todo el Mediterráneo.
El relato de cómo Livia, consiguió dominar el imperio desde las sombras y poner y quitar herederos a su antojo.
Los entresijos ocultos del poder en Roma, la gloria y las miserias que llevaron al fin de la República y al nacimiento del Imperio Romano.
Es una novela con una documentación exhaustiva, un estudio detallado de los escenarios y las principales batallas, y una investigación rigurosa sobre el destino de los asesinos de Julio César.”


No defrauda este concienzudo y animoso escritor de tan buen hacer literario. No tiene complejos, ni menos cargas, y enhebra la seriedad del dato histórico con la soltura, sencillez y agilidad de la crónica, de su relato; envainando la espada de Damocles de la novela histórica, como ya he escrito, la del hastío, la de su largura, lo accesorio, la de un efectismo que deriva con Barroso a lo prístino, lo conciso, con consistentes soluciones narrativas cuando las propias lagunas o confusiones de la historia o de los historiadores ponen en tela de juicio el contexto o su sentido, (se agradece situar la batalla de Munda entre César y Pompeyo en Acinipo), atrapando al lector en un interés notable, casi intrigante, a través de una historia que es la Historia en sí.


“-Debes rodearte de hombres que te complementen, sobrino. Allí donde seas débil pon a un colaborador que domine ese campo -aconsejaba César.
-           Siempre pienso en Agripa como mi complemento en temas bélicos, tío César.
Cuida a Agripa, Octavio. Cultiva su amistad y cuando tengas oportunidad cólmale de oro y honores. No permitas que sea tu enemigo -dijo César pensando en el optio.”


No voy a caer en las comparaciones, siempre odiosas, siempre injustas, siempre insuficientes, de los ensalzados o de los mediocres, Graves, McCullough, Manfredi… o Posteguillo, me guardo a Montanelli por si acaso, ni mucho menos. José Barroso escribe bien, bastante bien, construye adecuado, amerita justo la historia. Barroso es él y no otro, es él mismo, el escritor, el cronista histórico que novela acertadamente. Merece, pues, el éxito, y más a los lectores para su obra, por su dedicación, esfuerzo, confianza, maestría, con ¡Fuerza y honor!, como ese grito de guerra de las legiones romanas antes de entrar en combate, como cuando Agripa vence a Marco Antonio en la batalla de Mutina y antes de rendirlo definitivamente en la de Accio, o a como inmortalizó, con nuestras indulgencias históricas, Ridley Scott en “Gladiator”, la emotiva arenga del general Maximus en Vindibona a la Legio XIV Gemina en su lucha contra los germanos. Y si no es con ¡Fuerza y honor!, que también, Barroso lo merece por una literatura histórica, o por una crónica histórica novelada, que hace mérito a su ¡Devoción y rigor!


“La caída de la República”, una novela muy recomendable.


“- Veo que eres el imperator de Roma, pero aún no has entendido lo que se mueve bajo sus cloacas -dijo Livia con todo el desprecio que pudo reunir en sus labios.

-          No, Livia. Muéstramelo. Estoy seguro de que sabes mucho de sus cloacas”

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