Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



martes, 3 de octubre de 2017

EL DESASTRE SECESIONISTA

Hastío e indignación de barras rojas y amarillas o gualdas, de esteladas o estrelladas, de fingidas épicas, de embudos secesionistas, de mediocres personajillos en una y otra orilla del ruedo nacional o periférico. Tiempos enrevesados, sordos, absurdos, estomacales en vez de inteligentes, en los que son muy difícil encontrar la comunicación, el respeto, el hecho de no ser diferentes. El desgobierno temerario catalán que se nutre de la necesidad mayoritaria para disimular la responsabilidad en sus ajenas miserias. Un ejemplo de tanto desatino es la patética directiva del Barça, que agota el "més que un club", somete el entretenimiento,  el fútbol,  la filiación emocional a los colores, por la pseudopolítica fascista, (¿Cuándo han consultado a peñas y socios?) una eugenesia culé solo para catalanes o ciertos catalanes... Victimismo, martirología oscura, casposa, rufianesca. Fractura de sombras que engullen la luz, vomitan la inteligencia. Y así me llegan unas frases de Emil Cioran, el escritor y filósofo de la desesperanza y el fracaso, para recomponerlas y adaptarlas a la triste y peligrosa circunstancia, la de una sociedad catalana que no es el producto de una enfermedad, sino de un desastre. Donde es un milagro estúpido que los catalanes, con paz, con igualdad de sentimientos y oportunidades, consigan vivir en ella. A estos políticos la historia,  indudablemente, tampoco su cuento prefabricado, jamás los absolvera, los condenará por osados, por descerebrados energúmenos. 

F.J. Calvente.


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