Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



jueves, 28 de diciembre de 2017

"No es otra inocente mentira de felicidad"



El día, con su losa plomiza, lloraba tal vez alegre, tal vez dócil, sin duda inocente, la nostálgica mentira de felicidad característica o asumida por las fechas. Mentira a la que parecía unirse o personificar la ciclópea farola de la Plaza Carmen Abela, como un desangelado, esquilmado árbol de navidad de retorcida forja y luces apagadas.

Enjugué con el limpiaparabrisas del coche las lágrimas del cielo, con idéntico "Fun, fun..." al de la sintonía enlatada de la calle más comercial y frívola; pero este no consiguió desnudar en las gentes que pasaban y paseaban la fingida sonrisa exigida por las circunstancias. Gentes que ya arrastraban las cenizas de los deseos futuros, íntimos y ajenos, precoces en sus incendios, a pesar del frío que llevaban ateridos en sus rostros, en los velados espejos de sus ojos,  rociados por el fulgor de la ilusión, acaso la de la lumbre de las cerillas de un cuento clásico extinguida por la lluvia, la que amarraban con legañas de cobardía, para que la decepción y para que el dolor luego fuesen nimios, pasajeros. 

Felicitaciones y parabienes arrojados con misericordia infinita, con profusa generosidad,  como livianas pavesas de formalidad, de tópicas postales cuando rotulaban cómo vender el alma por un puñado de presunción y acomodo dentro de esta escenografía hueca, la de un sentimentalismo barato y perfectamente disimulado.

Arranqué el coche, todavía sin conocer cuál era mi precio en este escaparate de una mentira de felicidad. Seguro que el mío sería un precio de saldo; o conmutado, y por tanto agradecido, no es otra mentira inocente, por quien tuviera a bien regalarme, por ejemplo y de facto, el libro de Paul Auster "4 3 2 1", para de esta manera cerrar una posibilidad y abrir otra. 

(C) F.J. Calvente. 

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