Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



jueves, 31 de mayo de 2018

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "El hombre que mató a Sherlock Holmes" de Graham Moore.


“¡Qué siniestra y oscura locura debía de haberse apoderado de él para hacerle pensar que debía ejercer de detective! Se trataba de un oficio triste, profesado por hombres tristes”



El Gran Hiato, así se conoce al interludio de tres años entre la aparente muerte de Sherlock Holmes, cuando su creador, Arthur Conan Doyle, cansado del genial detective cuya fama se le antepuso y coaccionó su voluntad literaria, decidió hacerlo desaparecer en el relato “El problema final”, y su reaparición posterior en “El sabueso de los Baskerville”. ¿Qué sucedió en este tiempo? Graham Moore en “El hombre que mató a Sherlock Holmes” (Círculo de lectores, 2015) ha recreado una sensacional figuración novelada, una narración trepidante, documentada, inteligente y entretenida. Los amantes de Sherlock Holmes, entre los que me incluyo, entenderán la satisfacción y por tanto recomendación de esta novela de misterio.

“Diciembre de 1893. El escritor inglés Arthur Conan Doyle ha decidido matar a su célebre detective Sherlock Holmes. Superado por la fama del personaje, escribe el que debería ser el último relato del protagonista, en el que su archienemigo, el profesor Moriarty, lo lanza por las cataratas de Reichenbach. Pese a las quejas de la legión de fieles lectores acerca del drástico final del detective, Conan Doyle se niega a dar explicaciones y se mantiene firme en su resolución. Sin embargo, tres años después de la muerte de Holmes, el escritor decide resucitarlo en un nuevo relato: El sabueso de los Baskerville. ¿Qué sucedió para que cambiara de opinión? Por desgracia, el diario que podría contener la clave de esa decisión se perdió tras la muerte del autor.
Enero de 2010. Alex Cale, miembro de los Irregulares de Baker Street, una sociedad consagrada al estudio de Sherlock Holmes, es sin duda el invitado estrella en la convención que la organización celebra en un hotel de Nueva York. La razón: asegura haber encontrado el diario perdido de sir Arthur Conan Doyle. Pero como en los relatos clásicos de misterio, el día de la presentación hallan su cuerpo sin vida. Harold White, el miembro más reciente de la sociedad, decide emular los pasos de su admirado detective y emprender una investigación para resolver un misterio que le llevará desde Nueva York hasta Londres. Tras sumergirse en los recovecos de la mente del célebre escritor, Harold descubrirá que el alma humana es cualquier cosa menos “elemental”

Probablemente, insisto, esta novela deleitará a la legión de devotos del famoso detective inglés Sherlock Holmes, y resultará aceptable para el resto, éstos que supongo serán escasos, los que solo la encuentren una novela negra entretenida y poco más. Sin embargo, este poco es mucho más, con independencia de su temática llamémosle “holmesiana” o mejor “Sherlockiana”. La novela está perfectamente estructurada, con un manejo hábil de los giros y tensión o suspense argumentales, narrada de forma diacrónica, en una alternancia de las dos secuencias temporales de la trama, en capítulos que comienzan con una cita de Conan Doyle, vivos e intrigantes.

“-Creo que amo la idea de que los problemas tienen solución. Me parece que ése es el atractivo de las historias de misterio, sean las de Holmes u otras. En esos relatos, vivimos en un mundo comprensible. Vivimos en un lugar donde cada problema tiene una solución que, si somos lo bastante inteligentes, sabremos desentrañar”

Dos novelas en una, o dos relatos entretejidos con pericia. Por un lado, la investigación desarrollada en 1893 por sir Arthur Conan Doyle tras eliminar a su fastidioso héroe, hecho que no le perdonaron los miles de incondicionales lectores de las aventuras del glorioso detective, y en la búsqueda de un asesino de mujeres junto a su amigo Bram Stoker, el creador de Drácula; en Conan Doyle recaen las sospechas del asesino en serie. La segunda historia transcurre en 2010, protagonizada por un prosélito sherlockiano, Harold White, en la investigación del paradero del diario inédito de Conan Doyle y donde, entre otros apasionantes temas y esclarecimiento de las lagunas concitadas en el gran hiato, se detalla la anterior pesquisa policial, como su personaje de marras, del acreditado escritor decimonónico, enfrentándose a la amenaza surgida tras la muerte del encargado de anunciar el hallazgo, rubricado con un mensaje escrito con sangre en la pared del hotel: “elemental”.

“Por primera vez, Harold comprendió que no estaba haciendo todo aquello por Alex. Lo hacía por sí mismo. Lo hacía por la “solución”. La poderosa respuesta que se encontraba más allá de su campo de visión, más allá de las nubes oscuras y el cielo. No era una cuestión de justicia. Su estímulo era el misterio”

Una aventura narrativa abundante en datos, anécdotas, historia, meritoriamente discurridos, lo que da garantía de la importante documentación del autor en relación a este fenómeno de la ficción policíaca y de su creador. Tanto que, con independencia de la recreación o figuración de un caso criminal real, permite rememorar y disfrutar de los detalles o anécdotas de este mito literario; por ejemplo, de cómo las hordas de incondicionales de Sherlock Holmes, cuando Conan Doyle decidió hacerlo desaparecer definitivamente, llevaron en señal de desaprobación y duelo brazaletes negros, o de cómo la célebre palabra de Sherlock a Watson, “elemental”, solo aparece en un relato, “La aventura del jorobado”, y sin embargo, se resalta su más famosa frase: "Cuando has eliminado lo imposible, lo que queda, por muy improbable que parezca, tiene que ser la verdad"; de la personalidad de Conan Doyle, o del tenebroso ambiente de niebla en el Londres de finales del XIX que ya perdía su halo de misterio con las primeras farolas eléctricas; e incluso con lo relacionado a las sociedades actuales de estudio sobre Sherlock Holmes. Soberbia la labor documental de Moore.

“Harold había comprendido que no encontrar una solución habría sido horrible, pero nunca antes se le había ocurrido que encontrar una, y después tener que seguir viviendo con ella, podría ser peor”

Dos las historias que “pondrán de manifiesto hasta qué punto la psique humana tiene necesidad de saber, aunque por el camino caigan las certezas que tenemos sobre nosotros mismos y queden al descubierto nuestros secretos más vulnerables” Todo en un mundo donde “no importa demasiado lo que uno haga. Lo importante es lo que uno es capaz de hacer creer a la gente que ha hecho”.

Una novela muy entretenida, por su trama, por su agilidad, por su tratamiento narrativo, por su misterio, y de extraordinario agrado no solo para los admiradores de Sherlock Holmes, sino para los del género negro o policíaco. Recomendable.  

“-A diferencia de un mundo donde impera el azar. Donde la violencia y la muerte ocurren por casualidad, imposibles de prevenir y detener. De todas las convenciones de los relatos de misterio, la única que resulta imposible eludir es la solución…
¿Puedes escribir un relato de misterio que termine en la incertidumbre? ¿En el que nunca llegue a descubrirse quién es el auténtico culpable? Se puede, pero resulta insatisfactorio. Es desagradable para el lector. Tiene que haber algo al final, alguna clase de resolución. No es que siempre haya que atrapara o encarcelar al asesino. La cuestión es que el lector tiene que saber. No saber es el peor desenlace para cualquier historia de misterio, porque necesitamos creer que en el mundo todo puede saberse. La justicia es opcional, pero las respuestas, al menos, son obligatorias”


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