Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



lunes, 7 de mayo de 2018

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "República luminosa" de Andrés Barba.


“El amor y el miedo tienen algo en común, ambos son estados en los que permitimos que nos engañen y nos guíen, confiamos a alguien la dirección de nuestra credibilidad y, sobre todo, de nuestro destino”



¿Qué sucedería si la ordenada y controlada vida de los niños por los adultos, tan inocente y predecible, se viera quebrantada y aquellos tomaran la decisión propia de su discurrir, reinterpretando la realidad y las conductas, la sociedad y los modelos de convivencia? De una de estas posibilidades escribe Andrés Barba en “República luminosa” (Anagrama, 2017), ganadora del XXXV Premio Herralde de Novela 2017. Me ha gustado este relato distópico (narración de una sociedad ficticia indeseable en sí misma), fascinante, perturbador, desasosegante; suscribo lo manifestado por Edmund White en la contraportada: “De cuando en cuando aparece un escritor que no se limita a registrar las cosas sino que crea una nueva realidad capaz de arrojar luz sobre nuestros sentimientos más oscuros. Kafka lo hizo. Bruno Schultz lo hizo. Y ahora también Andrés Barba”. Una nueva perspectiva, y oscura, de la infancia, o del ordenamiento social.

“¿Qué tiene que suceder para que nos veamos obligados a redefinir nuestra idea de la infancia? La aparición de treinta y dos niños violentos de procedencia desconocida trastoca por completo la vida de San Cristóbal, una pequeña ciudad tropical encajonada entre la selva y el río. Veinte años después, uno de sus protagonistas redacta esta República luminosa, una crónica tejida de hechos, pruebas y rumores sobre cómo la ciudad se vio obligada a reformular no solo su idea del orden y la violencia sino hasta la misma civilización durante aquel año y medio en que, hasta su muerte, los niños tomaron la ciudad. Tensa y angustiosa, con la nitidez del Conrad de El corazón de las tinieblas, Barba suma aquí, a su habitual audacia narrativa y su talento para las situaciones ambiguas, la dimensión de una fábula metafísica y oscura que tiene el aliento de los grandes relatos.”

“El mundo infantil nos había empezado a incomodar a todos”

Frase del narrador de la novela que resume su argumento o mensaje, de lo sucedido veinte años atrás (1993) cuando treinta y dos niños surgidos por ensalmo, de entre nueve y doce años, los que mantenían un lenguaje incomprensible y una suerte de comunicación telepática en torno a unos fines precisos e introspectivos, sin ataduras con la colectividad adulta, estableciendo una singular e incomprensible civilización salvo para ellos, tuvieron en vilo a una población tropical, San Cristóbal; con sus desórdenes y violencia, a veces gratuita, a veces lúdica, que viven en la selva, en el subsuelo, en un presente continuo, y a los que se les va uniendo los otros, los niños más civilizados, llamémosle así y para diferenciarlos de aquellos asilvestrados: “Casi no nos damos cuenta de que en la preocupación por los niños, también por los hijos de esas familias de clase media que se van sumando a la horda, se esconde algo más, algo difícil de definir y que poco a poco se va concretando como otra forma de violencia”.

“Su vida era como los sonidos de los sueños: una cosa extraordinaria”

“República Luminosa” es una novela inquieta porque rompe de manera directa el aspecto idealizado de la infancia, de su dependencia del mundo adulto, de su ingenuidad que adquiere aquí unos matices recelosos, enfáticos, dominadores y ahondados, bajo la óptica de los mayores, o del narrador en primera persona de la historia, hacia la desolación en un agujero existencial oscuro y terrible, amoral. Una pesadilla llena de preguntas sin respuestas, de tinieblas, que mantiene arriba la intensidad y tensión en su trama casi apocalíptica; donde los niños constituyen una amenaza para el sistema o, acaso para ellos, para todos, de una necesaria redefinición del estatus social, ajeno a la dimensión resignada adulta, y de la convivencia, o de la libertad en las relaciones, con toda la carga social y psicológica de la reflexión descrita con un rigor estilístico sorprendente, diferente, obsesivo, y magistral.

“La infancia es más poderosa que la ficción”

“República Luminosa” tiene un final… no voy a decir nada de éste; solo, como los buenos finales, como el colofón a una magnífica novela, te sigue calando luego de la lectura con una sensación de ensimismamiento, de estremecimiento, de desamparo ante la temible posibilidad planteada, cuando la infancia toma el pulso de su existencia. Impecable Barba en esta experiencia de terror cotidiano, o de la magistralía de crear monstruos surgidos no de la fantasía, sino de lo rutinario de nuestras existencias.

“Hay una extraña relación entre el terror y el pensamiento, como si el primero fue el inhibidor necesario del segundo y al mismo tiempo su promotor necesario”

Muy recomendable esta novela oscura, letárgica, trazada de manera hábil, arriesgada, entre sensaciones entremetidas de amor y miedo, de una profundidad psicológica no solo con respecto a la infancia, o de una infancia libre, sino de la sociedad en su conjunto, con un resultado excepcional.

“Es cierto que habríamos sido incapaces de enunciarlo con esas palabras. Solo se puede describir con precisión lo que se ha dejado de sentir, aquello para lo que ya hemos encontrado un límite”

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