Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



domingo, 10 de junio de 2018

Espera



Yo era una espera accidental, ahí, con la vista recien levantada de "Diarios" de Alejandra Pizarnik; llevaba las gafas, porque entonces leía, lector infiel y ávido de diálogos conmigo mismo. Mi hija Ángela, con mi móvil que cogió de debajo de un cojín, me hizo la fotografía, inesperada, desprevenido, por ello la sonrisa, inesperada, desprevenida de lo que leía: "Escribir es querer darle algún sentido a nuestro sufrimiento". Sonreía, pero también estaba triste, o un poco triste, por la literatura, por una despedida literaria que ni Julio Cortázar detendría, por la propia pesadez de unos dias persistentes en su persistencia, grisaluzados, nubosos y extrañamente fríos, míos al igual que mis lejanías en el sofá ante la basura televisiva, y en el amparo de unas hojas con caligrafías de un trágico sentido que no había escrito, pero mitigaban el sufrimiento o su brote de decepción, la fuga descubierta, exorcizando aquel adiós definitivo de sus páginas, la ausencia irreversible,   o porque la poesía macerada de nostalgia, de decisión en la poeta, hacia de la tristeza una dimensión o una expectativa bella, además de recogida; recogido en su testimonio desgarrado, en sus letras, y sorprendido por la instantánea, con su filtro artístico y asimismo imprevisto, mi hija y sus simpáticas ocurrencias; acaso por la sonrisa que ponía su accidente a mi espera, la espera triste o solo la espera. 

Aunque te esperaba no te esperé. Era como si me esperara a mí. Pero yo no llegué. Ni tú tampoco.

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