Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



martes, 30 de octubre de 2018

“QUERÍA ESCRIBIR”



Esta mañana tenía ganas de escribir;  pero no tenía ninguna historia, ninguna reflexión, ni descripción, ni al menos una fantasía que colorear o, por mimetismo con el ambiente,  unos contrastes de garabatos más o menos aquí, ahí, allí, en este paisaje de cenizas que desde pronto lloraba melancolías sobre quizá un papel mojado; realzando las sombras, ahondándolas, vaciando esa claridad perpleja, incómoda... Nada. Necesitaba escribir, pero no existía relato o palabras o letras que lo hicieran posible. Así que, sin alcohol, sin unas cartas afortunadas o fracasadas, algún desconsuelo sucio o amoroso, un ruido de las alcantarillas desbordadas por el caudal, fulgores de estaño en la cal de las paredes, sin... Escribí, sí, mas subrayé a Bukowski. O fue él quien satisfizo mi ansia de escribir, o facilitándome un desahogo por no concebirlo conforme a lo propio, por mi imaginación indolente o tan solo infértil por unas horas, días, y jamás permanente, sería fatídico. Transcribí, escuché a Charles Bukowski. Algo. Llovía afuera. Llovían adentro estas frases, estos versos, este consejo:


 “¿Así que quieres ser escritor?” –me dijo y de esta manera lo escribo. Él desgranó y yo copié su poema:-


“Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
o clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.
Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.
Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.

Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,
espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.

Si primero tienes que leerlo a tu esposa
o a tu novia o a tu novio
o a tus padres o a cualquiera,
no estás preparado.

No seas como tantos escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
No seas uno de ellos.
No lo hagas.
A no ser que salga de tu alma
como un cohete,
a no ser que quedarte quieto
pudiera llevarte a la locura,
al suicidio o al asesinato,
no lo hagas.
A no ser que el sol dentro de ti
esté quemando tus tripas, no lo hagas.
Cuando sea verdaderamente el momento,
y si has sido elegido,
sucederá por sí solo y
seguirá sucediendo hasta que mueras
o hasta que muera en ti.
No hay otro camino.
Y nunca lo hubo.”


Entonces, al terminar, me sentí tranquilo. Ya he escrito, o le he seguido, a Bukowski, y me ha servido, acaso para estar contento. Compensado. Gracias. Miré y todavía llovía tras los cristales de la ventana, pero era noche. Una noche fría de otoño.

F.J. Calvente

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