Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



domingo, 5 de mayo de 2019

"MADRE DE LA CABEZA"


No sé cuántas fotografías para atrapar lo imposible, y letras que las recuerdan en su imposibilidad con laberintos emocionales, me han deparado con suspensión y maravilla este callejón al final, o al principio, de Gallarda y rebautizada con mérito y justicia como calle Angelita Aparicio. Ella, la mujer que naufragó en la miseria material al borde del ocaso, en un horizonte de recuerdos bogado por gatos de los hijos que nunca tuvo, de consciencia humilde y bondadosa con la que se resistía a que no se hundiera, no declinara la belleza del mundo; como aquellos altares conmemorativos a este lado, acá de la esquina de Torrejones, y los que hoy siempre se rememoran y se echan en falta con esa nostalgia de las cosas que una vez nos hicieron conscientes de vivir, de recrearse con lo vivido.

Un privilegio ver e integrarme en las calmadas mañanas y en los fascinantes crepúsculos de color y contrastes de este encajonamiento de geometrías urbanas, como tajadas con luz y sombras, afiladas de cal y expectativas, en una vertiginosa lanzadera hacia la inmensidad esmeralda de la Olla del Tajo, bajo el cielo más azul, y los misterios de las Cuevas de San Antón donde hoy se celebra la ancestral Romería de la Virgen de la Cabeza. 

Hoy, asimismo, en el Día de la Madre, de todas, reunidas en torno al paradigma de la Santa Madre, de la Cabeza, del badajo, allá, en el fondo de este quimérico marco que siquiera más intrínseco se transfigura cuando una irrealidad evanescente requisa con conmociones a un algo que va a surgir, va a ser engendrado, algo muy íntimo y que a todos pertenece, o una vez seguimos y luego perdimos u olvidamos y ahora buscamos y anhelamos con desesperación por ser aquello que una vez fuimos de auténticos y comprometidos. Ella, Nuestra Señora, corona de conocimiento, concha de fecundidad, el regazo de nuestra tierra, telúrica, negra, divina, amada y cercana. Madre.

"MADRE DE LA CABEZA"
© F.J. Calvente

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