Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



lunes, 15 de julio de 2019

"TU PUERTA"


¡Ya! ¡Para! No te esfuerces. La puerta no abre. La puerta está cerrada. Quizás sólo cerrada para ti. No insistas. No es tu puerta. Asume que esta no es la salida ni ninguna otra acción y elección; ni la antesala de algo, el principio de lo nuevo o un final predestinado; ni menos un desahogo. Entiende que no es tu puerta, un punto de fuga o de reunión con la realidad, aunque lo desees, lo ambiciones en estos momentos con tanta desesperación para que en verdad lo fuera. Tu puerta. No, esta no lo es. Acaso alguna vez lo será, o del mismo modo jamás llegará a pertenecerte, a rozarte, a suponer ni el más anodino umbral desde el que descansar, observar y tal vez controlar o entender cuanto transcurre frente a tus ojos, de converger cercanías y familiares acomodos; pero en cualquier caso ahora no es tu puerta. No insistas. Deja de llamar, de golpearla, de dejarte las uñas en sus tablas aún recias y confiadas pese a todos sus tumores internos; de forzar su manivela, pestillo, pomo o ancla de supervivencia. Tampoco hay llave, no tiene, ni una de las enormes y arcaicas a razón de su útero, de su acople primordial, ni una de plata del cuento de Lovecraft; su hueco está vacío, en una eterna espera, el ojo de cíclope de la cerradura, de voluptuoso perfil matriarcal, por el que no quieres mirar, comprobar si tal vez "conduce a un abismo de tiempo y dimensiones cruzadas", no dejando un peso a la sorpresa o aflicción "cuando el amanecer..."  en los áticos del diario, "descubras en las paredes y anaqueles de la habitación aquello que nunca antes había visto". Solo es una, una puerta de las muchas que afrontarás en tu existencia. Aunque esta de ahí, vieja y barnizada a conciencia, no abrirá. Nunca. Por tanto, a qué aguardas, sigue con tu búsqueda, avanza, deja atrás esta parada. En otro tiempo, en otro lugar, o aquí mismo y en estos instantes, a unos metros, tras esa esquina, tras esa pared, las ventanas, pues todas tienen puertas que las protegen, de seguro así acertarás con una puerta que se abrirá con tu intención, con tu propósito, o incluso avanzando en cierto sueño o necesidad. Deja esta de ahora y encuentra aquella otra. Hazlo. Aparta tu mirada fascinada, casi obsesiva en la imposible posibilidad de que se abra la puerta, de que la abras, imantada en el dolor de su atracción, solidaria con las heridas de sus cientos de historias, bastantes como la tuya, cicatrices del uso y del desuso, ráfagas de sufrimiento por la que penetra la viva luz del exterior, tornasolada, desgarros atormentados por la bestia que llevas dentro y tan cobarde que, tras la destrucción, tras el amable atisbo de sus violentos rasguños, incurables a pesar de tanto tinte y de sus reflejos engañosos, no aprecias, no codicias de advertir aquel principio o la iluminada luz del final, como la de los túneles hacia otras dimensiones o a la definitiva. La puerta no abre. No es tu puerta. No gastes más energías, dedica esos baldíos esfuerzos en encontrar la tuya. Tu puerta.

"TU PUERTA"
© F. J. Calvente.

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