Estoy tan repleto de
esperas y dudas que las regalo sin ambicionar nada a cambio; inflado, a punto
de una explosión que no adviene y con la que termine todo; agotado por los
empeños, por los esfuerzos de confianza en la confianza, de aparentar ante
muchos “mañana” que no son “ahora”; de convencerme o convencerlos, a esos, o a
aquello, ellos o en aquello saben o no quieren saberlo, en ocasiones ni yo
tampoco, ingenuo yo, solapados ellos en aquello, con silbidos de vacío y al
vacío; y por tanto aliviarlos, a esos, por o en aquello, de unos “siempre”
futuros, (que yacerán míos), y en absoluto de cuanto tenía que estar hecho,
procedido, o en estos momentos, estos, no otros, realizándose. Inclinarme y
cansarme de lo improbable, de lo infinitamente demorado, de lo que una vez fue,
sucedió o acordó, insincero pues o a la sazón interesaba así, interesa aún, a
todos, acaso por oscuro y prolongado, por lo egoísta y persistentemente atado.
No. No quedan pétalos que arrancar a la flor, al capullo y por capullo seguro,
no quizás, ni luego. Nada va a llegar, nada va a llegar de quienes y en aquello, cada vez
más persuadido de ello, hoy están muertos y solo vivieron ayer, vivieron para
mí o yo con esos, esos en aquello, en su arreglo y en una palabra ya desvaída y
desde entonces, el tiempo, traicionada e inventada, interrumpida sine die,
lenitiva acaso. Si no fuera porque me veo, otro asunto sería el reconocerse, en
este primer selfi del año, creería que soy invisible. Un hombre invisible con
memoria y que todavía puede fingir, consolarse, sonreír, … no sé hasta cuándo.
Pronto.
“PERDONEN
EL ESCUPITAJO INADVERTIDO, CRÍPTICO E INEVITABLE”
©
F.J. Calvente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario