“Internet es un supermercado gigantesco
que regentan unos asesinos.”
Refiere la sinopsis
editorial de “Vestido de novia” (Alfaguara, 2014) de Pierre Lemaitre: “Sophie
Duguet no entiende qué le sucede: pierde objetos, olvida situaciones, es
detenida en un supermercado por pequeños robos que no recuerda haber cometido.
Y los cadáveres comienzan a acumularse a su alrededor...”
Esta es una novela de
recámara, pues así llamo a las novelas negras que atesoro en reserva tras alguna
decepción anterior con otro producto del género. Y Pierre Lemaitre, con quien
he agotado sus novelas de recámara, es toda una garantía y satisfacción. Tomé “Vestido
de novia” con ganas, y ya las primeras páginas reafirmaron el agrado, ese
particular hormigueo de la intriga, de querer saber más y no parar de leer.
Desde el primer momento el autor, sin rodeos, sin contemplaciones, de manera
directa e inquietante, nos introduce dentro de una persona, Sophie, bastante perturbada,
quien al despertar en su lugar de trabajo mira horrorizada al niño que cuida, este
que ha sido estrangulado con los cordones de sus zapatos; estaban solos, la
puerta cerrada, no oyó nada, no recuerda nada; huye; pero siguen apareciendo
muertos en su fuga… Esta parte resulta frenética, impecable, aterradora. Luego,
y tan cierto, la segunda parte decae un poco en la expectativa creada, en el
vértigo predecesor de la narración; lo que de otro modo resultaría lógico para
poder ensamblar las teselas propias de estos jeroglíficos “negros” en su lugar
argumental, pero en ocasiones aquí se hace excesivamente predecible,
inadmisible en determinados y notables detalles, esos tópicos y recursos tan vistos,
resuena mucho a una forzada conmemoración al suspense de Hitchcock. Con todo,
es una novela de ritmo vertiginoso que se lee de un tirón, la que te mantiene
en vilo con sus golpes de efecto bien calzados, con esa ansia y agobio que hostiga
su trama y de la que... mejor no decir más nada. Quizás, para mí, solo incidir
en la fractura que suscita, y lo que hace fascinante al relato, es no saber situar
al bien y al mal entre sus pocos personajes, dónde el verdadero mal y juzgarlo.
Y al igual que comencé
esta reseña u opinión, finalizo con la sinopsis editorial: “No dejes que nadie
te desvele nada de esta historia…”
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