Esta vez fueron dos las cabras.... " Y ambas dirigiéndote la mirada", precisó el animal situado a mi izquierda, entre los barrotes de la vieja ventana del corral. Pensé que, al ser dos las cabras, observándome con fijeza, con gravedad, y aún con su permanente sonrisa sarcástica, de una manera diáfana, abierta como las dos hojas del vano de cristales deslucidos, sucios, algo importante había acontecido o iba a acontecer tras la seria pose y acaso revelación de los ovinos que no precisaban rumiarla, la comunicación o tal vez advertencia. "Malos tiempos...", y dejó caer los puntos suspensivos con aplomo la otra cabra, la de mi derecha y siquiera más imperturbable, la de color más crema que blanco y de pelaje corto y fino, la otra era oscura y manchada, de pelo sedoso y acaso ensortijado. Con la alusión al tiempo, miré con débil incertidumbre al cielo: había llovido, incluso granizado, unos charcos enormes daban cuenta del buen número de litros por metro cuadrado, pero salvo unas algodonosas nubes que surcaban un azul intenso, dejando evidencia de su tránsito y volumen en las sombras del suelo, en el espejo de los charcos donde establecían una lid por su precisa cartografía, los huidizos haces de un sol insolente y sojuzgado por el altivo deslizar de las masas nubosas..., con todo no era como para considerar al tiempo como malo, incómodo vale, esos caprichos de la primavera, aunque para nada adverso, aciago. Una de las cabras, la negra, la de mi izquierda, movió una oreja, la marcada por un círculo amarillo de emblema de la ganadería o por cualquier tema sanitario o uso precisado, extendiéndose la contracción a su barba de sabio, en lo que me pareció y en lo que de hecho fue, un alarde divertido y fresco. "El clima también lo tenéis alocado -adujo el animal-, si bien no nos referíamos por malo a eso, sino al otro tiempo, al Tiempo, al de la duración y límite de los acontecimientos, al momento, a su evento o secuencia actual, presente..." "No seas tan recalcada... -cortó la otra cabra, sin moverse un ápice, la rígida línea de la sombra de los barrotes en su cerviz. Y siguió:- Malos tiempos en los que dos cabras te tienen que decir, que deciros, humanos, advertiros de lo importante, del sentido común, de lo sincero, de vivir viviendo y sentir adentro..." Me vino a la memoria la conexión de aquella reflexión, o atención, con una frase de Bertolt Brecht: "Qué tiempos serán los que vivimos, que es necesario defender lo obvio." "Precisamente", remachó el animal a mi derecha, el blanco. Aprecié, como el único hombre por allí, no veía ni a Diego ni a los otros dos pastores de "Las Aguzaderas", sentirme en la obligación de responder o adherirme al renglón del pensamiento; con tan poca fortuna que, inconscientes, brotaron las siguientes palabras: "Y nosotros erre que erre, sin enmienda..., insensatos, locos como cabras." Y estas respondieron al unísono, me pareció que la curva de sus cornamentas se hizo más pronunciada, y directa: "Odiosa la comparación, e inadecuada."
"Las dos cabras"
F.J. Calvente ©
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