“Dice Emerson que cada cual ha de aceptarse
a sí mismo tal como es, y aceptarse además con orgullo y contento. Que a todos
nos ha tocado en suerte un terrenito en el que laborar. Que es seguro que habrá
alrededor terrenos más grandes y fértiles, donde crecen lechugas mejores que
las nuestras, pero que nosotros tenemos que cultivar lo nuestro, el huerto que
nos tocó en suerte, sin envidiar lo ajeno, conformes y alegres con nuestras
lechugas, por pequeñas y pálidas que sean.”
Hermosa. Un placer. Impecable
y deliciosa propuesta, y muy valiosa literariamente, esta novela, “El huerto
de Emerson”, de Luis Landero (Tusquets Editores, 2021). Después de “Lluvia
fina”, Landero prosigue contando recuerdos, sus recuerdos, recuerdos en los
que, de una manera u otra, nos encontramos, nos vemos todos, en el interior, allá
desde la memoria y el corazón, como en el espíritu que nos conecta o tiene que conectarnos
con lo importante. “Tal como Robinson Crusoe rescata del barco naufragado
todo cuanto le puede ser útil para su futuro solitario en la isla, así yo
rescaté cuanto pude del naufragio de mi niñez, y con la ayuda de esos despojos
voy sobreviviendo.” Y narra en primera persona, como es habitual y una
garantía en él, con esa técnica cuidada, dotada, magistral, unificando lo
sencillo con lo perfecto, sobriedad con exuberancia, una lírica emocional, un conmovedor
poema en prosa… “A veces el quiebro de una frase vale más que la luminosa
geometría de un algoritmo narrativo.” Narra un puñado de vivencias
infantiles y adolescentes y maduras, de reflexiones de gran calado, como esos
primeros capítulos que deberían establecerse en un ejemplo para todos los amantes
de la literatura, a anécdotas, costumbres y, sobre todo, e insisto, recuerdos “…
la memoria, como la imaginación, es un pozo sin fondo.” Una voz para la
nostalgia que nos lleva muy, muy adentro, y muy, muy lejos, con su dosis de
humor y melancolía, también, de ilustración, incluso, por los grandes autores
de nuestra literatura. “Contra las indigencias de la realidad va don
Quijote, y a la busca del tiempo perdido.” Pocas novelas, a partir de
ahora, me van a gustar y sorprender como lo ha hecho esta, “El huerto de
Emerson”, a que me llene tanto, a que me haga disfrutar tanto.
“… contra la modorra de la costumbre,
la vigilia del asombro.”
“Las cosas no te hablan porque tú no
te paras a escucharlas.”
Sinopsis:
“Un relato memorable
sobre lo vivido y lo leído.
Tras el éxito
prolongado de Lluvia fina, Luis Landero retoma la memoria y las lecturas de su
particular universo personal donde las dejó en El balcón en invierno. Y lo hace
en este libro memorable, que vuelve a trenzar de manera magistral los recuerdos
del niño en su pueblo de Extremadura, del adolescente recién llegado a Madrid o
del joven que empieza a trabajar, con historias y escenas vividas en los libros
con la misma pasión y avidez que en el mundo real. En El huerto de Emerson
asoman personajes de un tiempo aún reciente, pero que parecen pertenecer a un
ya lejano entonces, y tan llenos de vida como Pache y su boliche en medio de la
nada, mujeres hiperactivas que sostienen a las familias como la abuela y la tía
del narrador, hombres callados que de pronto revelan secretos asombrosos, o
novios cándidos como Florentino y Cipriana y su enigmático cortejo al
anochecer. A todos ellos Landero los convierte en pares de los protagonistas
del Ulises, congéneres de los personajes de las novelas de Kafka o de Stendhal,
y en acompañantes de las más brillantes reflexiones sobre escritura y creación
en una mezcla única de humor y poesía, de evocación y encanto. Es difícil no
sentirse transportado a un relato contado junto al fuego.”
“… cualquiera que aspire a alcanzar lo
mejor de sí mismo, o un buen gustador de la vida, es el que prolonga de algún
modo su infancia, y de algún modo su inocencia.”
Gracias.
Un libro
indispensable.
“Todos estamos condenados a ser
originales, no lo olvidéis nunca. O mejor aún: en cada uno de nosotros está la
semilla de la originalidad, y de nosotros depende que caiga en buena tierra y
fructifique en algo, o que se agoste para siempre. La originalidad hay que ganársela,
no se da de balde por muy único, por muy distinto que uno sea o parezca ser.”
“Diríase que la experiencia vital no
está completa hasta que no contamos o nos contamos lo vivido.”
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