Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



miércoles, 21 de abril de 2021

"PEONES"

 


En esta calle San Francisco de Asís, en el Barrio San Francisco, en Ronda, la ciudad del abismo sí, pero en su Barrio, uno y que es solo, Barrio único y generoso, o acaso bonancible y de una sencillez ya cada vez más diluidos, como su silencio, en una apariencia testimonial, nostálgica, que como muestra constante y característica; aquí, decía, escribo, por esta vía rutilante, placentera, he ido yo caminando, transitando entre luces y sombras, recorriendo avatares con el alma y todavía con menesterosa entereza, aquella tiniebla del tiempo, de la indecisión, acompasando el pulso, el paso, en sus mayores ocasiones de forma inconsciente, con prisas, de modo mecánico, huérfano de fantasías o quizás míticas quimeras, hundido en rutinas, aguantes, y donde el impulso, a veces asimismo honesto, a veces, que teje los mimbres de la identidad, de la tierra afín, incluso de la esperanza o por un mañana posible desde un ayer asumido y reconocible, acoge una verdad fundamental de mi vida, en todas sus versiones, y de todos los que ahí llegamos de acuerdo a un desconocido, mas definitivo, plan en el plan universal de la providencia o el destino en su término serio y desenvuelto. Negros postes o piezas de un ajedrez de arrabal y acostumbrado a no ver al verlo siempre. He sido, así he mirado y he sentido la comparación, la metáfora, la perspectiva insólita, como uno de esos peones en su suelo de piedras, en la línea fronteriza del mármol, o de albos adoquines, con la calzada igual de empedrada, en la acera abierta y compañera, franca y bella. Me he visto como uno más entre ese despliegue, así en firmes, de peones por la épica partida de la realidad, de este universo particular en el que nací, al que a diario recorro, y en el que quiero partir, muy tarde espero, cuando me toque o sea añorado más allá, o por la nada absoluta, y en el origen de todo. La alegoría de las cosas pequeñas, insignificantes, como esa procesión de balizas, con las que se apertura, en aperturas memorables y con todo desapercibidas, con un movimiento quieto y ordenado de peones, a una epifanía popular, a una voluntad costumbrista y eterna. Un azogue que mira adentro, tan dentro de ese matiz oculto de la naturaleza, la esencia ensoñada, puede, que vierte en la otra y personal, la de cada cual, en un espacio de convivencia, de apego o de algún afecto, y por efecto de una pauta que fue causa y hereditaria. No hay ningún misterio en esta formación de unos bolardos transmutados en peones por la calle de la existencia, la de un Barrio que los mueve, (nos mueve), parece que los detiene, (nos detiene), los empuja, (nos empuja), acaso los sostiene, (nos sostiene), o a mí y ahora, otro peón negro y a la espera, que lo vislumbro o idealizo con mayor o menor acierto. Con mayor o menor acierto traduzco en letras el estremecimiento, la de una emoción, la de una visión inesperada, para ordenar el juego de la vida, la imaginación que persiste y forja un lugar estratégico con tradición, o un triste y necesario gambito por un favor de leyenda.

 

"PEONES"

F.J. Calvente ©

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