Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



martes, 27 de abril de 2021

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Todas las almas" de Javier Marías.

 “… Al término de ese día la bolsa, el cubo, están llenos y son confusos, pero se los ha visto crecer, transformarse, formarse en una mezcla indiscriminada de la cual, sin embargo, ese hombre no solo conoce la explicación y el orden, sino que la propia e indiscriminada mezcla es el orden y la explicación del hombre.”

 

 


 

A medio camino entre la ficción y la biografía, Javier Marías ofrece en “Todas las almas” (Anagrama, 1989/ Debolsillo, 2020), el relato en primera persona de un profesor innominado durante su estancia como profesor de literatura española en Oxford. Si hablara de su trama, esta sería la única o lo único identificable como tal y acaso conductor de esta formidable historia donde, al fin y al cabo, lo fundamental son los personajes, o más bien el sentir de aquellos o el sentir del narrador según estos y a través de un determinado contexto o escenas; de sus relaciones, de la expresión del amor, competencia, incluso misterio o secreto o esa realidad oculta en todos, inclusive del disparate, fundamentados en una honda inmersión en la memoria… Y ello, como es habitual y magistral en Javier Marías, con su prosa única, pausada, reflexiva, exhaustiva o intensiva, extraordinaria como para que el lector consciente y apasionado abra canales o hilos propios en lo que va leyendo y en lo que no lee, tomando aquello y necesario con lo que construir su sensación o reflexión o particular argumento, y descartando lo demás, o dejándolo, por supuesto, como algo de una profusión literaria incomparable y deleitable. La cita con la que he abierto esta reseña, reúne, quizás para mí, la esencia o mensaje o digresión del autor en “Todas las Almas”, al comparar la vida propia con la basura que cada día se desecha; y con esta, pues, lo que ya nos ha servido, lo que no hemos querido, lo que ya no nos sirve ni para recuerdo, las renuncias, o las sobras, lo que ya ha dejado de pertenecernos, cumplida su función, pronto olvido… No soy objetivo cuando hablo del Javier Marías novelista (en otra ocasión hablaré de su otra labor de articulista), porque creo que no hay obra suya con la que no haya vivido una experiencia lectora, incluso intelectual, importante y satisfactoria; pero estoy seguro que nadie objetará su soberbia capacidad narrativa y el ser uno de los autores más importantes del universo literario.

 

 

“… Y lo que me hace levantarme por las mañanas sigue siendo la espera de lo que está por llegar y no se anuncia, es la espera de lo inesperado, y no ceso de fantasear con lo que ha de venir…”

 

 

Sinopsis:

 

 

 “Todas las almas cuenta la historia de los dos brumosos y singulares años que el narrador pasó en la Universidad de Oxford, una ciudad fuera del mundo y del tiempo.

 

Y fuera de ambos viven los cautivadores personajes de esta novela: la amante casada del narrador, Clare Bayes, una mujer condicionada por algo a lo que asistió pero que no recuerda; el amigo Cromer-Blake, homosexual irónico que vive fabricando experiencias intensas para una vejez que prevé solitaria; el ya retirado y sagaz profesor Toby Rylands; el merodeador Alan Marriott, con su perro de tres patas y sus conocimientos sobre la «pareja espantosa» que todos tenemos; y muchos otros, algunos extraordinariamente divertidos, hasta llegar al personaje que viene de otro tiempo, el enigmático escritor John Gawsworth.

 

En un mundo de secretos e intrigas, de ritos ceremoniosos y cenas disparatadas, de pasados ocultos y enfermizos presentes, el narrador va tejiendo su propia «perturbación» y su propia historia con la de los habitantes de la ciudad «conservada en almíbar», hasta descubrir que elementos tan dispares como un puente ferroviario sobre un río en la India, unos amantes desdichados, una carrera de espía o la diminuta isla de Redonda, pasarán a formar parte de su vida, marcada ya para siempre por esas relaciones inesperadas de amor y amistad entre todas las almas.”

 

 

Indispensable, una vez más.

 

 

 

“Todo lo que nos sucede, todo lo que hablamos o nos es relatado, cuanto vemos con nuestros propios ojos o sale de nuestra lengua o entra por nuestros oídos, todo aquello a lo que asistimos (y de lo cual, por tanto somos algo responsables), ha de tener un destinatario fuera de nosotros mismos, y a ese destinatario lo vamos seleccionando en función de lo que acontece o nos dicen o bien decimos nosotros.”

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