Y al levantar la cabeza la veo a ella, a Gala, en esa pose abstraída, reflexiva, lejana como una esfinge canina, sentada en el sofá, con su pelo negro y liso refulgiendo en un ramillete de sol que se derramaba con timidez desde el balcón, a su izquierda, con sus ojos endrinos al acecho, contemplando a una musaraña en una noche oscura y abismal. Vista así, a Gala, recordé y requerí unas letras de C.S. Lewis, no de sus "Crónicas de Narnia", de "An experiment in criticism": "Lamento que los animales no puedan escribir libros. Me encantaría aprender cómo son las cosas para un ratón o una abeja, y más aún poder percibir el mundo olfativo de un perro, cargado de información y emoción." Gala se encontraba, de tal modo la apreciaba, en esa afectación ensimismada del escritor, a la caza de una inspiración, acaso retórica, muy literaria; le faltaba, para completar la idealización y escena, la hoja y el bolígrafo en su zarpa, si diestra o zurda no lo sabía, tampoco importaba. Aunque todavía era muy pronto, porque de tenerlos, papel y lápiz, los arrasaría a mordiscos, en una creación deshecha antes de ser escrita y por nosotros leída.
"Gala podría escribir"
© F.J. Calvente
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