En un momento de un andar solitario por las calles de Ronda, inesperadamente, por Carlos Cobo, en un momento de ese caminar entonces por el crepúsculo, latente de colorido, de fascinación, de aguardo, un enorme desgarro conmocionó el atardecer, los pasos, la calle, el juego definido de las luces y de las sombras, el brusco silencio de los pájaros, el espacio e incluso el tiempo, las seguras formas, engullendo todos los colores, a lo asumible, lo efímero y circunstancial, para revelar el universo, o un jirón por el que se colaba la noche eterna, cosmogónica, universal, destacándola con algún farol de irradiación naranja que asumió el espantoso testimonio o visión de una supernova, de un sol cansado, ahí esquinado, allá entre las sinuosas ramas de un árbol, de unos árboles en la acera cuya frondosidad oscura interrumpía la lógica de la realidad, confundiéndola, intrincándola con metáfora, para exhibir la quimera hecha certeza, de una grieta por la que se derramaba o asomaba la eternidad, esta que anidaría pronto en la hondura del Tajo, el abismo inmediato.
"JIRÓN DEL UNIVERSO"
© F.J. Calvente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario