Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



martes, 13 de julio de 2021

Arlt

 


Entonces, aunque más lejos, reaparece Roberto Arlt para aliviar u olvidar la temperatura de otra tarde bostezadora, la largura geométrica de un tiempo detenido y sin aristas que hieran. Con el ruido de las infatigables chicharras, paradójico, no sangran los oídos, ni el cielo azulino terminará por desplomarse en el suelo de otros polvos, ni existen ecos en los que cobijar las sombras o los misterios, tajados por la lid de un duelo estridente de gallos:


 "El hombre es una bestia triste a quien sólo los prodigios conseguirán emocionar... y perder un sueño es casi como perder una fortuna... él lleva un dios escondido bajo su piel doliente... Un vértigo sube de su carne cansada..."


Un giro, y baja la mirada del prodigioso escenario, ahí y tan inaccesible, de un vértigo que será algún sueño sin lágrimas, tras la frágil seguridad de las cuentas de una cortina apenas movida por un aliento liso y cálido,, para mirar, ajustar las dioptrías, y pasar la página del mismo libro de ayer en la noche. "Incoherencias", comienza el segundo capítulo.

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