Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



miércoles, 7 de julio de 2021

"un mirar al patio en silencio"

 


Escuchar detenidamente te hace especial, pues casi nadie lo hace”.

 

Aunque yo no lo dije, lo hizo Ernest Hemingway, así me siento o así he sido y espero que, por mucho tiempo, lo sea siempre. Este saber escuchar, este saber callar para entender primero a mí mismo y luego a lo otro, a lo ajeno, me han hecho un privilegiado, un ser dotado con la suerte, de sonrisa limpia y mirada clara, o probablemente por experimentado tras algunos saltos al vacío y deleites, de lograr oír e interpretar el silencio, o solo cuando este se hace más locuaz y confidente, más tendido a uno o anuente; incluso a entrever los otros desiertos blancos, y planos, a los agujeros o criptas que se intentan llenar de palabras innecesarias, torrenciales, ruidos, sin advertir el sumidero por el que se desocupan a la nada, como el caño del patio en los días incrédulos de lluvia, la lluvia que es pasado, memoria y aguardo.

 

El patio.

 

Hoy me he asomado a mi patio. O quizás me he encontrado al mirarme y a aquel mirándome, en esa mágica coincidencia o reciprocidad de la realidad, del desdoblamiento insinuado por unas líneas y estimulado por la frescura y nostalgia ante la pesadez del diario, o de abrirse un resquicio de lo que está tras la existencia, tras la presencia, aferrarse y mirar no con los ojos, o con los ojos que indagan adentro. Y allá, en la hondura personal, como en uno de esos espejos mágicos, leer en el azogue de afuera, a oír su testimonio o revelación, o a solo alcanzar la sencillez de todo, en la de los otros mimbres ocultos que entretejen los días. El patio es esa mirada adentro o intrínseca, íntima, hogareña, donde consigues percibir y auscultar y en ciertos instantes conocer el silencio, como si fuera una armonía, la métrica de unos versos, que rezuman de dentro a fuera por todas las células. Un espacio intestino, casero, medular, en el que es accesible y necesario aprender a escuchar detenidamente. Y esto, en ocasiones, atender en silencio o al silencio, me hace especial, porque ojalá todos lo hicieran.

 

 

UN MIRAR AL PATIO EN SILENCIO

F.J. Calvente ©

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