Días pasados renovamos
nuestro ritual de fuego, o acaso mejor de viento por el espacio y hechizo. El
encuentro, de este hatajo de soñadores, con el que aspiramos a asomarnos a los
límites, en los bordes de la realidad; y con el que, al fin y al cabo, recibimos
momentos limpios de amistad, sin débitos, de confianza, risas y expansión. Esta
vez no hubo excepción, más cuando el avituallamiento aliviaba de cualquier frustrada
expectativa y vacío, ninguna. Porque, del mismo modo para lo otro, para lo mágico
o enigmático, tras fundirnos en las profundas cañadas de piedra y soledad, de
un cielo tan desacostumbrado a observar con los ojos de adentro, prodigioso,
solo roto por el trazo vertiginoso y rectilíneo de algún avión, de algún satélite
lejano, del extraño desparpajo del silencio, descifrado por el viento en los
farallones de este otro “puerto” sin mar, “ellos” no aparecieron, o quizás no
supimos verlos. Otra vez será. Y, sin duda, ahí estaremos.
“Enigmas sin resolver”
No hay comentarios:
Publicar un comentario