La noche ha caído, como un saco de carbones mojados con secreto, y al que una maldición antigua, o una broma cósmica, o el espejo a esa otra conjunción de elementos, abajo, ha transmutado hasta hace bien poco a un rebaño de borregos en el cielo. Profunda la fuga, la herida de las candelas del atardecer, la alquimia del momento, cuyos rescoldos ahí están ahora, a mano, fríos y negros.
La noche.
Y con la noche, esta, no otra, otra no sé, por los preámbulos previos, por el fresco, por un invitado vaho de agua, por un expectante silencio, invita, empuja a conjurarse con Alejandra Pizarnik, con "La noche" de Pizarnik:
"Poco sé de la noche
pero la noche parece saber de mí,
y más aún, me asiste como si me quisiera,
me cubre la existencia con sus estrellas.
Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte.
Tal vez la noche es nada
y las conjeturas sobre ella nada
y los seres que la viven nada. Tal vez las palabras sean lo único que existe
en el enorme vacío de los siglos
que nos arañan el alma con sus recuerdos.
Pero la noche ha de conocer la miseria
que bebe de nuestra sangre y de nuestras ideas.
Ella debe arrojar odio a nuestras miradas
sabiéndolas llenas de intereses, de desencuentros.
Pero sucede que oigo a la noche llorar en mis huesos.
Su lágrima inmensa delira
y grita que algo se fue para siempre.
Alguna vez volveremos a ser."
Sí, en este instante creo que la noche sabe de mí. Y es algo bello.
"LA NOCHE"
F.J. Calvente
No hay comentarios:
Publicar un comentario