Por este tránsito de
contrastes,
irresuelta la triste
figura,
peso y levedad en las
planas biografías
de la cal y los manojos
de un sol de justicia,
estrecho pasaje
de la oscuridad a la luz,
o de la tiniebla a la abertura,
o el desgarro en
racimo de esta en aquella
y en el trayecto trillado,
intrínseco,
inexplicable si no
cíclico, demorado o pasivo,
acaso por la
vacilación, el dilema
de que puedan arder
las sombras,
de que deba prenderse
y desaparecer lo antiguo
o lo innecesario
o lo malo
o el freno a avanzar
aunque sea con los
ojos vendados y la sonrisa escondida,
incendiar con un
azogue del relumbro de afuera,
velado, costurones refulgentes,
heridas
con todo el calor de
la renovación aplazada o esta sin ganas,
la prórroga de un
mismo mañana,
en la espera, quizás,
de una corriente amable y fresca,
las puertas abiertas,
a que pase unas
páginas tras su caricia sincera,
y entonces recuerdas,
o te conmociona,
las letras,
un significado a esas
relecturas veraniegas, a una,
con la inquietud esta
vez, de fractura,
con la certidumbre de un
milagro que se atisba
descuidado en el
pasado,
ayer mismo o un siglo
muy atrás,
irremplazable su
hermetismo,
hinchado
acaso de oblicuos y pendientes
…
esos puntos
suspensivos y afligidos,
para entonces retener
la cola de una vanagloria vaga,
ahora indiscreta o
solo lenitiva,
la que salta de unas
tintas
del otro Julio,
Cortázar,
en la 28 estación de
su novela,
o en la casilla
nominal de una rara "Rayuela":
"Lo único que
podemos hacer es quedarnos un poco más
y aguantar lo que venga".
Mañana todavía es
julio,
queda aún mucho, en otoño,
para las quemas.
“QUEDA Y AGUANTA, UN POCO MÁS”
© F.J. Calvente.
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