“¿Se han puesto
a pensar que el barco en el que no vamos es el barco ideal para nuestro viaje?”
Voy a comenzar esta
reseña con una consideración que solo yo he motivado, la que a nadie importe y,
por tanto, importune; sin embargo, a la que he estimado necesaria para abrir
este texto y mi opinión y sensaciones sobre la novela del Nobel portugués José Saramago,
“El año de la muerte de Ricardo Reis” (Alfaguara, 1998). Bien: No debí leer esta
novela en el mes de agosto pasado y en los largos intervalos de espera durante
mis sesiones de rehabilitación por un codo fracturado, después de demorar
tantas veces su lectura para ese momento propicio en la insinuación de su
relato. Porque, aunque Saramago siempre será Saramago, este libro requiere de
una atención y de un entorno digámosle más recogido y concentrado. Probablemente
no sea la mejor narración para dejarse conquistar por Saramago, o ya no lo sé y
por esa excepcional destreza del escritor luso.
“Es
un error pensar que con la vejez se pierde la memoria, que sólo la memoria
antigua se conserva y poco a poco aflora como ocultas frondas cuando las aguas
van bajando, hay una memoria terrible en la vejez, la de los últimos días, la
imagen final del mundo, el último instante de la vida.”
Esta es una historia con
muchas otras historias, engarzadas con la mágica sugerencia de la vuelta del
heterónimo Ricardo Reis a Lisboa después de la muerte de su creador y amigo Fernando
Pessoa. La mirada desarraigada o mejor desencantada de Reis con lo que ve y ante
lo que una vez fue. Trama con bifurcaciones interesantes hacia la psicología,
la política, la historia, la literatura, el amor físico y el platónico, la
filosofía, la mística e incluso lo sobrenatural, en la época convulsa y
desigual de los años 30 del siglo pasado, “Mientras los pobres esperando el
cielo están en la tierra y en ella sufre, los ricos ya viven en el cielo
estando en la tierra”, azotados por el fascismo italiano y el alemán, con
España al borde de la Guerra Civil… Un retrato memorable de Portugal en los
primeros años del “Estado novo”, bajo la férula del dictador Salazar, y de una
ciudad, Lisboa, hilvanados con la poderosa y singular prosa de Saramago, tan
ajena a todo pero tan penetrante y omnisciente.
“Es
como vivir, nacemos, vemos vivir a los otros, nos ponemos a vivir también, a
imitarlos, sin saber por qué ni para qué.”
Las conversaciones del
personaje Ricardo Reis con el fantasma, o mejor aparecido, de Fernando Pessoa,
con toda su inigualable carga y profundidad metaliteraria, con sus juegos líricos
y positivistas, complejos y soñadores, me ha parecido lo mejor de la novela. “Un
muerto es una persona seria, ponderada, tiene conciencia del estado a que
llegó, y es discreto, detesta esa desnudez absoluta que es el esqueleto.” Sin
embargo, no podemos obviar la condición crítica de la realidad histórica
descrita, más ante un narrador que no dice nada pero que lo dice todo, que no
se posiciona pero al que no le hace falta hacerlo, sí, magistral.
Sinopsis:
“A fines de 1935, cuando acaba de fallecer Fernando Pessoa,
llega al puerto de Lisboa un barco inglés, Highland Brigade, en el que ha
viajado, desde Brasil, Ricardo Reis, uno de los heterónimos del gran poeta
portugués. A lo largo de nueve meses cruciales en la historia de Europa,
durante los que estalla la guerra de España y se produce la intervención
italiana en Abisinia, asistiremos a la última etapa de la vida de Ricardo Reis,
en diálogo con el espíritu de Fernando Pessoa que acude a visitarle desde el
cementerio en los momentos más inesperados. Es la época de las plumas
estilográficas, de las radios Pilot, de las Juventudes Hitlerianas, de los
topolinos, en una Lisboa atlántica cuya atmósfera envolvente se convierte en el
verdadero protagonista de esta fascinante experiencia narrativa.”
“El año de la muerte de Ricardo Reis”, la novela que merecerá una
relectura, sin duda, y de la que espero efectuar en el momento adecuado.
Indispensable.
“La más falsa de
las mentiras es precisamente la que se sirve de la verdad para satisfacción y
justificación de sus vicios.”
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