Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



martes, 7 de diciembre de 2021

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Hágase mi voluntad" de Ángelo Néstore.

 


Después del poemario “Actos impuros”, (Hiperión, 2017), Premio de Poesía Hiperion, en el que Ángelo Néstore se exigía en “quemar los puentes/ que sostienen todo lo que supe en masculino”, con un verso desnudo, por esto hiriente, asimismo de una belleza iluminadora, “con la garganta limpia de quien nunca tuvo que gritar para que se le oiga”, con una nueva concepción de la idea de masculinidad, también de feminidad, o sin duda ni lo uno ni lo otro, ahora, en “Hágase mi voluntad” (Pre-Textos, 2020), el poemario con el que obtuvo el Premio Emilio Prados, trasciende de aquella exigencia, a esa idea, desde una decepción siempre latente, desde una responsabilidad por ir más allá, por obligarse a asentar un nuevo derrotero más natural, equilibrado y ajustado al del imperante poder masculino, del patriarcado y su condición y abuso en la sociedad pasada y presente con su férula de opresión e incluso brutalidad, como el caso de “la manada” y otras violaciones a la mujer, del lenguaje sexista, de la herencia, de la tradición y de todas las imposiciones sociales o colectivas, estereotipos, privilegios de clase y de género.

 

 Jadeo como la bestia que soy”, así escribe con cruda belleza, en un acto primero de provocación y luego de herida y de conciencia, con todos los condicionantes o condicionamientos que determinan el lenguaje, la comunicación, la palabra, la letra, el verso, la imagen. “Debe existir un lugar donde poder inventar una lengua / que no hable siempre en masculino”, u otra forma de expresarse y a la que hay que, con voluntad, asumir y acostumbrarse, a superar los límites, acomodar el espacio transgénero o binario o… aquel que se sienta, para, en definitiva, sin identificaciones, ser.

 

“Lo que ocurre a mi alrededor está escrito, / pero no me nombra”. Son varios los temas que el poeta revuelve para alcanzar o aproximarse a esta concepción, a esta reivindicación,  a este grito en la noche uniforme y lesionada: la muerte, “acaricia sin saberlo el lecho de su tumba: / la idea de la muerte cae un día sobre la niñez / y la fusila”; la madre, acaso en el arquetipo del matriarcado, de una vuelta a los orígenes, al útero terrenal y por medio del que penetrar el universo de nuevo; y especialmente de un encuentro o reencuentro con la palabra, el lenguaje de una nueva expresión de conocimiento y singularidad, de lo personal, de lo pequeño, hacia la otra libertad compartida, a lo universal, la voz trascendida de hombre-mujer, la de una nueva identidad transgénero, o esta sin identificaciones y ni menos imposiciones biológicas, culturales o tradicionales.

 

Néstore es osado, honesto, rotundamente responsable con su inquietud, con su dolor, con su luz, “¿Te sorprendería / ese corazón helado y hueco / que imagina el calor de tus manos?”, presentándonos una nueva e interesante insinuación literaria, necesaria, un nuevo campo o canon poético basado en una fresca mirada del mundo, la surgida del derrumbe de determinados cimientos, circundada a la normalidad sexual y por tanto existencial; invitándonos a la reflexión sincera, a ir despojados de los viejos usos, a restañar las heridas, la espina clavada en la piel, de la realidad, de la herencia. “Me empeño en habitar algo / que aún no me pertenece. No hay sosiego / si miras desde el filo.”

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