Hay un gato que tira de las tramoyas del amanecer, estira con su paso sigiloso, con su cuerpo fibroso, las cuerdas por los tejados del mundo, por tiempos que una vez fueron detenidos del invierno; permitiendo que el día, aún confuso, de un sucio embrionario, se acomode y deshaga el misterio de la realidad, también el de un gato que no volverá a tensar las sogas de la madrugada o yo no lo veré jamás.
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