En un confiado claro, en una duda razonable de las alturas, con un viento de agua pero que asimismo a esta contiene en su sorpresa, la Hermandad Huerto Ronda hace su camino, su penitencia por las calles.
Delicada belleza. Porque también la exigencia de purificación, de desnudarse, de arrojar los pesos mundanos del ego en el Lunes Santo es el mayor Consuelo para las Tristezas, para la contrariedad, la desesperanza. Él marcha delante, con su oración al cielo, en su determinación y autoridad a dejarse hacer por el Padre. No es fácil, no, la aspiración, el paradigma de hacernos otros y verdaderos, compasivos, justos y afectuosos. Ahí está Ella para sostener la voluntad, la de todos, para alentar la limpieza del alma, de la mente, por una realidad tan superficial y egoísta. Solo son necesarios, susurran las bambalinas, los varales del palio, crepita la candelería, la honesta introspección, el arrepentimiento, el esfuerzo; para que Ella, en su enorme Consuelo, nos sane, nos absuelva, nos haga humildes y eternos.
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