“- La perspectiva siempre le añade interés a una historia”
Bárcenas, Cam, Fabra, Matas, Gürtell,
Nóos, Púnica… y un sinfín más de casos de corrupción política en España; con un
partido, el del gobierno, ahora el de un gobierno en funciones e incapaz de
lograr los apoyos necesarios para gobernar, procesado. Esto es España, sí,
sacudir las pulgas propias hacia los demás y esperar a que estos acaben con el
problema. Y sin embargo, no es que la corrupción sea una lacra específica de
aquí, no, y no es esto un consuelo ni mucho menos descargo. En este
sentido resulta curioso, dentro de cualquier justificada indignación y desconfianza,
conocer otros casos de corrupción política en países donde la “mordaza”, el
yugo, la voluntad maniatada, controla todos los ámbitos de la ciudadanía, de
los que casi es imposible informar e informarse sobre la existencia y el
alcance de los ruines tejemanejes en estos casos. En países como China sin duda
alguna, de régimen totalitario, de unipartidismo, en el que cualquier medio
para difundir, para criticar esta realidad ya no es solo una acción o actitud elogiosa,
sino valiente. Y es esto lo que despliega en forma de novela negra Qiu Xiaolong
con “El dragón de Shanghai” (Tusquets Editores, 2016), uno de los mayores
escándalos que conmocionaron la vida política en China, el caso Bo Xilai, un
influyente político encarcelado en 2013 por corrupción y por la implicación de
su esposa en el asesinato de un extranjero.
Por otro lado, tenía curiosidad
por la narración de Qiu Xiaolong, en la actualidad una de las mejores plumas de
novela negra, y del que no había leído nada ni conocía a su protagonista
principal, el Inspector Jefe Chen Cao, del que esta, “El dragón de Shanghai” ya
es su séptima aventura.
“En la brigada de casos
especiales de Shanghai están todos estupefactos: con la excusa de ascenderlo a
un cargo burocrático, han alejado al inspector jefe Chen de los expedientes más
delicados. Tras comprobar que intentan atraerlo hacia una trampa, Chen decide
alejarse de Shanghai, aunque ello no impedirá que atienda a la petición de
auxilio de una hermosa y melancólica joven. Chen se inmiscuye en un caso
decididamente plagado de minas, mientras investiga a quienes le persiguen hasta
el punto de haber puesto precio a su vida. El ahora ex inspector se enfrenta a
la investigación más peligrosa de su carrera, precisamente cuando un ambicioso
alto cargo y su esposa encarnan una renovación comunista. Y es que mientras los
cantos revolucionarios todavía resuenan en las mentes de todos, y pese a la propaganda
que habla de transparencia y modernización, la ambición y la corrupción campan
a sus anchas en la China actual”
“Abril es un mes cruel, quizá el más cruel de todos”. De esta manera
comienza “El dragón de Shanghai”, con un párrafo de “La tierra baldía” de T.S.
Elliot, tan importante éste para el autor como para su personaje el inspector
jefe Chen Cao. De este poeta, dramaturgo y crítico literario
anglo-estadounidense, junto a otros poetas de las antiguas dinastías chinas,
toma el autor referencias que componen el elemento novedoso, tal vez digresivo,
un nuevo horizonte en el género, identificativo de la narrativa de Xiaolong; y
no por ello disonante, sino un uso atractivo y sugestivo dentro de la novela
policíaca, junto a ese ritmo cadencioso de la opera de Suzhou y al que parece
adherirse la trama y su narración. Cadencioso, en ocasiones muy lento. El
proverbio de la ópera de Suzhou: “No
persigas de forma demasiado implacable al enemigo que está desesperado”.
“El sistema del Partido, al que tiempo atrás había pensado que podría
recurrir, ahora le parecía una cámara de vigilancia omnipresente y omnipotente
que seguía todos los movimientos”
Una novela de investigación
policial en los recovecos de la corrupción entre altos cargos del Partido en
Shanghai, entre los “bolsillos llenos”
(dícese de aquellos políticos y ejecutivos de alto poder adquisitivo que
realizan negocios con el gobierno), “ernais”,
las concubinas de estos; en torno a disquisiciones sobre la historia de China,
la Revolución Cultural, el gobierno de Mao, la ideología comunista, la religión
o espiritualidad, tradiciones, ese espacio raras veces definible entre la china
ancestral y la comunista actual, el omnímodo control del Partido en todos los
sectores de la vida China, sin que nada quede fuera de su dominio; y sin embargo,
esos peculiares tentáculos del capitalismo llegan a China para, precisamente,
separar más al pueblo de los “príncipes”, la gente adinerada; gastronomía o un
derroche gastronómico muy al estilo de Vázquez Montalbán,
del que Xiaolong se
considera admirador; y, en especial, de su personaje principal, Chen Cao,
inspector jefe de policía, un honesto hombre melancólico e introvertido, pero
también un gran literato, un gran investigador de la literatura, poeta, traductor
entre otros de T.S.Eliot. Todo narrado con una prosa lírica, pespuntada aquí y
allá de citas y poemas, reitero que en ocasiones tan profusos que cansan, que
si la política, los usos y las costumbres, el Partido Comunista, Mao, o esta
especialidad culinaria… que restan agilidad a una trama ya de por sí
mediatizada por una investigación lineal, sin sutilezas, sin inesperados giros
narrativos.
“El agua fluye impotente, y la corriente se lleva los pétalos”
A pesar del ritmo en ocasiones
cansino, “El dragón de Shanghai” dispensa una lectura muy amena y entretenida
por la intriga propia del género, por el exotismo oriental, por la
identificación o empatía con su protagonista, lo cual incentiva a leer otras
aventuras de Chen Cao. Indudablemente tiene su aliciente, qué duda cabe.
“A veces, la vida real es más sorprendente que la trama de una novela
policíaca”
No hay comentarios:
Publicar un comentario