“…
llenar algunas hojitas de papel rosa o
verde con las palabras que me gustan, con sus juegos y sus brincos y sus
rabiosas querellas”
No
suelo hablar, o escribir, sobre estos libros que leo entremetidos junto a
otros. Libros en su mayoría que son relecturas, como este. Libros en su mayoría
de relatos, como este. Libros, como los llamo, de los medios tecnológicos, del
móvil, el Kindle…, los de la comodidad y necesidad por llevarlos siempre
encima. Libros de las colas, así también los llamo, y de las esperas (en el
banco, en el súper, en el SAE, colegio o en el médico, …) de las colas y de las
esperas cada vez mayores, cada vez más ingratas en las que me evado de
pensamientos igual de ingratos leyendo, releyendo, mientras llega mi turno y el
suspiro. No suelo escribir sobre estas lecturas a salto de rama, pero con este
libro, por supuesto, tengo que hacer una excepción. “Historias de Cronopios y
Famas” de Julio Cortázar y del que atesoro en papel la edición de 1968 de
Minotauro. Una excepción para un libro de relatos legendario y de un autor
inconmensurable. La mirada poética que trasciende la miseria y uniformidad de
la cotidianidad para crear un mundo paralelo, de acuerdo que surrealista, solo
así podía serlo, con imaginación y humor.
“Pasa
que los cronopios no quieren tener hijos, porque lo primero que hace un cronopio
recién nacido es insultar groseramente a su padre, en quien oscuramente ve la
acumulación de desdichas que un día serán suyas”
Pese
al surrealismo, constituye un fiel reflejo de la sociedad de cualquier momento,
de cualquier tiempo; donde las alegorías, las metáforas, la risa caustica, además
de atenuar el tedio, o la intranquilidad, permite respirar, el desahogo a
través de la risa, o a reírse de lo habitual. Un libro compuesto de cuatro
partes:
1.-
Manual de Instrucciones. O la caricatura de la cotidianidad, de las rutinas que
por esta vez son susceptibles de reflexión, diseccionada, profunda. El humor,
la ironía, en las instrucciones “para llorar”, “para subir una escalera”, “para
dar cuerda al reloj”, “para el miedo” … La sublimidad de la sonrisa dentro de
una literatura sublime, cómplice con lo impensado del lector.
2.-
Ocupaciones raras. O las historias de una familia, “Somos una familia rara. En este país donde las cosas se hacen por
obligación o por fanfarronería, nos gustan las ocupaciones libres, las tareas
porque sí, los simulacros que no sirven para nada. Tenemos un defecto: nos
falta originalidad.” Roles, apariencias, lo políticamente correcto, donde
es imposible no sentirnos identificados con una o muchas de sus situaciones; no
tienen que ser sobre la conducta a adoptar en un velatorio, o a cómo tildar
acertadamente los apodos... De entre estas ficciones destaco a la de cómo
perder un pelo en un lavabo y para después encontrarlo e identificarlo del fárrago
de los demás; o la de las ocurrencias y disparates de una tía con fobia a la
posibilidad de caer de espaldas, por el miedo al presenciar una cucaracha en
ese lance, consiguiendo contagiar su pavor al resto de familiares.
3.-
Material plástico. O relatos de una simplicidad laboral u ocupacional, experiencias
placenteras; tales como la de cortar una pata a una araña y enviársela al
Ministro de Relaciones Exteriores con la intención de que éste renuncie a su
cargo… Y muchas otras inolvidables: el diario que deja de ser diario por un uso
determinado para luego volver a serlo, de un mundo de escritores que al ser tan
numerosos agotan los medios, tinta y papel y lugar, en los que dejar constancia
de su trabajo, el hombre sin cabeza que no pudo ser enterrado por una huelga
general, la tristeza de las gotas de lluvia…
4.-
Historias de Cronopios y de Famas. O el surrealismo culminante de lo cotidiano
en veinte historias. Aquí intimamos con los Cronopios, “esos verdes, erizados, húmedos objetos”
que no tienen nada que ver
con el tiempo, de una genética díscola, idealistas, sensibles, heréticos y
desordenados, los que sufren y aman el mundo a la par y en una metáfora de la
clase media, imitadores de los famas que no alcanzan ninguna definición por su
mediocridad, de ahí ansían que sus hijos tengan sangre de fama, divulgado en el
cuento “Eugenesia”, pero a los que educan según el modelo cronopio; los
Famas o burgueses, convencionales, rígidos, cívicos y poderosos, ocupan el
liderazgo político y empresarial, seres alados que propagan las malas noticias;
y los Esperanzas, entelequias anodinas, rutinarias, primitivas, despreocupadas,
alegoría de las clases más bajas, sometidas a unos o a otros, a Cronopios o
Famas. El lector asiste en esta parte a una sincera extrapolación figurativa de
la propia realidad, con sus dos maneras de entenderla y de interpretarla. Una
crítica ácida del poder, o contra el sistema, salvando a las víctimas del mismo,
en una concienciación que discurre en un doble ámbito: el sociopolítico y el
íntimo.
“Un
cronopio pequeñito buscaba la llave de la puerta de calle en la mesa de luz, la
mesa de luz en el dormitorio, el dormitorio en la casa, la casa en la calle.
Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de
la puerta”
Un
libro de cuentos que releeré, seguro, en algunas que otras colas más o en las ingratas
esperas, como un “Esperanza” sin expectativas. Un libro imprescindible entre la
prosa y la poesía, la filosofía y la farsa, la realidad y la fantasía, capaz de
arrancar una mueca de asombro, y de sonrisa, con la que desmoronar, sean por un
tiempo, las amargas preocupaciones, el aburrimiento o la seriedad de los que
tenemos delante y, en cambio, nos sentimos detrás de ellos. Gracias Cortázar,
por tu complicidad.
“Solamente
vendrá lo que tienes preparado y resuelto, el triste reflejo de tu esperanza,
ese mono que se rasca sobre una mesa y tiembla de frío. Rómpele la cabeza a ese
mono, corre desde el centro de la pared y ábrete paso”
No hay comentarios:
Publicar un comentario