“En
medio de la aparente confusión de nuestro misterioso mundo, las personas están
tan pulcramente adaptadas a un sistema, y los sistemas engarzados entre sí y a
un todo, que si una persona se ausenta por un momento, se expone al aterrador
riesgo de perder su puesto por siempre, pudiendo llegar a convertirse, como le
sucedió a Wakefield, en el Desterrado del Universo”
En esta tarde gris,
lluviosa, festiva, 12 de octubre, por un lado dejo a “tirios y troyanos” esto de
la “hispanidad” para conmemorar esta entrada efectiva del otoño, que no
entiende de patrias ni banderas, y del que espero se quede ya definitivamente; y
por otro he hecho una pausa en la lectura de “Petirrojo” de Jo Nesbo para salir
de dudas, o vencer la curiosidad, sobre un relato de Nathaniel Hawthorne y del
que Jorge Luis Borges indicó como el más grande y perfecto artilugio narrativo
de la historia, “Wakefield”. Para ello me he servido, y disfrutado, de una publicación
de la Editorial Nordica con ilustraciones de Ana Juan, Premio Nacional de
Ilustración 2010.
«Recuerdo haber leído en
algún viejo periódico o en alguna revista antigua una crónica que, relatada
como si fuera real, contaba la historia de un hombre, de nombre Wakefield, que
decidió marcharse a vivir lejos de su mujer una temporada larga...»
Así comienza este relato,
publicado en “Cuentos contados dos veces”, del que Borges, además, en su “Otras
disquisiciones”, consideraba precursor de los cuentos de Melville y, en
especial, de Franz Kafka, predecesores que terminan apareciendo gracias a la
figura a la que anteceden. De hecho, para Hawthorne escribir, tal vez de oídas
o leído el suceso en un periódico, acerca de un individuo casado, sosegado,
vanidoso, corriente, que sale por la puerta de su hogar con la intención de
regresar en dos días por un viaje de negocios, y no hacerlo hasta 20 años
después, tras pasarlos escondido, vigilante, justo enfrente de su propia casa, según
Borges: “Si Kafka hubiera escrito esa historia, Wakefield no hubiera
conseguido, jamás, volver a su casa; Hawthorne le permite volver, pero su
vuelta no es menos lamentable ni menos atroz que su larga ausencia.”
La historia es interesante,
la narrativa es magistral, ambas fascinantes. También es una narración que
provoca incomodidad, mucha, quizás porque no terminamos por aceptar esa
ausencia injustificada, precipitada, como si su colofón fuera el despertar de
una pesadilla atroz. Personalmente me he sentido inmerso en una fenomenal, e inquieta,
elipsis cinematográfica (un salto en el tiempo o en el espacio, en la que el
espectador no pierde la continuidad de la secuencia, aunque se han eliminado
los pasos intermedios); es decir, por tantos como son, y significativos, los
numerosos detalles que se ocultan al lector, para hacer atractivo, singular e interactivo
el cuento. De hecho, en favor y admiración del autor, los sentimientos y los
juicios no constituyen un argumento cardinal en la historia, de acuerdo que a
lo mejor se eche en falta la participación de la señora Wakefield, vale, pero
de esta manera no hubiera surtido su efecto, extraordinario, de expresar tanto
a través de no descubrir nada, o muy poco. Volver o no volver.
No sé, en definitiva, si
he leído un sorprendente ejercicio de psicología, o un ejemplo de filosofía
literaria en la línea del eterno retorno de Mircea Eliade o más bien de Nietzsche,
o simplemente una fantástica fábula. Supongo que al igual que todos vosotros,
en un momento de nuestras vidas hemos sentido o hemos querido ser o hacer como
hizo Wakefield, desaparecer. De acuerdo, por contrario al personaje literario,
con algún sentimiento, o apuesta, o curiosidad, o motivación… circunstancia que
no preveía de ninguna de las maneras un no retorno, o un no volver concluyente.
Y todo para ver cómo cambian las cosas en nuestra ausencia, cómo se ordenan o se
desmoronan, si contribuyen en el comienzo de una nueva vida o un final principiado
en la misma ausencia. En estos momentos me llega la sensación, el ejemplo, de
lo que sería esa curiosidad de observar nuestro propio entierro: cómo actúan nuestros
más allegados, cómo disponen todo luego a nuestra desaparición, en una
situación de huir de los vivos pero sin alcanzar la otra orilla de los muertos.
Una lectura, por
interesante y literaria, muy recomendable.
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