“Los
casos sin resolver nos hacen muy infelices, por eso, con los años, los
detectives se vuelven melancólicos”
Veo la estantería con los
volúmenes dispuestos como soldados en formación. Voy con parsimonia acariciando
sus lomos. Este libro no, esta novela tampoco, poesía en estos momentos… no,
teatro quizás, histórica no me apetece… A ver este: “La detective miope”
(Debolsillo, 2014) de Rosa Ribas, ¿No es esta autora la creadora de la
comisaria Weber-Tejedor? Una novela corta, menos de 200 páginas, ideal para
enjugar el sopor de un par de tardes. Y es que, ¿cómo una detective puede ser
miope? Curioso título, parece una historia muy original. No sé, aunque precisamente
me toca una buena novela negra. ¿Qué dice la sinopsis? Leo: “Irene Ricart ha
perdido al marido, la hija, la cordura y, casi casi, la vista. Y aun así se
toma la vida con un característico humor que la ayuda a seguir viva, a aguantar
el tiempo necesario para encontrar al asesino de su familia. Sabe cómo, lo ha
leído en la portada de una revista cuyo titular parece una revelación: «¿Sabes
que entre tú y cualquier persona en el mundo hay como mucho seis grados de
separación?». Y así es: solo tiene que encontrar la relación con las personas
que la separan de quien acabó con la vida de sus dos seres queridos” ¡Vaya!, sorprendente,
creo que voy a leer esta historia. Un momento. Leo las reseñas en la
contraportada del ejemplar: «Qué extraña y qué asequible es esta negra
historia.» La Vanguardia. «Una curiosa vuelta de tuerca a las novelas de
intriga que destaca por su especial protagonista.» Tras la lluvia literaria. «La
detective miope es una novela hipnótica, que no deja espacio para buscarle
defectos, uno queda demasiado alucinado tras su lectura. [...] Pero para ello
se requiere de una escritora tan potente, tan dueña de sus recursos, tan osada
y tan consciente de la termodinámica de la vida (de la primera ley pero también
de la segunda), como esta española-alemana llamada Rosa Ribas… En cualquier
caso, más que en ningún autor contemporáneo (al menos que yo conozca), el
concepto de abducción (según lo propone Eco) está tan brillantemente plasmado
como en esta obra.» Revista la negra” Decidido. Comienzo la lectura de “La
detective miope”, fascinado con solo pasar la primera página y leer el clásico “Dramatis
personae”: “Miguel Marín: … Amante de las sentencias y la ortografía; Rodrigo Carrasco:
... Hombre de confianza del jefe y superhéroe en sus ratos libres; Félix Caballero:
... Esconde su belleza sobrenatural detrás de la pantalla del ordenador” … etc.
etc. etc… y paro para no desvelar su trama, en eso que viene denominándose incurrir
en un spoiler.
“Nuestro
pasado, Rodrigo, es la historia que hacemos de él”
Les cuento: Irene Ricart
es una detective privada que ha sufrido una tragedia terrible: Su marido, mosso
d´esquadra, y su hija de 10 años han sido asesinados en lo que parece por algo
relacionado con una investigación de su esposo. Irene acaba en un psiquiátrico,
rota por el dolor y desesperada por la imposibilidad de saber quién o quiénes
mataron a su familia. Sin embargo, un día, sentada en su banco favorito, lee en
una revista olvidada lo siguiente: “¿Sabes que entre ti y cualquier persona en
el mundo hay como mucho seis grados de separación?”. De la sorpresa a la
esperanza cuando Irene, de improviso, entiende cómo descubrir a los asesinos o
al asesino de su marido e hija, puesto que solo los separa, aquel o aquellos de
ella, seis personas conectadas o vinculadas entre sí. La energía, el valor,
incluso la sensatez despertadas por la revelación, estimuladas por su perspicaz
inteligencia, la hace curarse o fingir ante los médicos encontrarse capacitada
para vivir sola y en sociedad. Una vez fuera, para empezar a aplicar la teoría
de los seis grados, necesita encontrar trabajo en una agencia de detectives,
pues en los casos que le encomienden, tengan o no tengan relación, tiene la
seguridad de que la llevaran a tirar del hilo de la madeja que la conduzca
hasta el asesino de su familia. Consigue trabajo en “Detectives Marín”,
alarmada porque su miopía avanza aceleradamente, pero optimista porque las
investigaciones que lleva a cabo, una actriz porno alopécica, un banquero
preocupado porque su padre quizás fue negro, un vendedor de hamburguesas y
travestido quien se considera heredero del trono de Hawái, una bióloga rumana
especialista en ordeñar arañas… la guían por el buen camino para confirmar la
teoría de los seis grados y hacer justicia y cobrarse su venganza por el crimen de su familia…
“Estamos
programados para dejarnos engañar, tenemos la profunda necesidad de creer en
los demás. Es la clave del éxito de los mentirosos”
Terminé la novela.
Magnífica. Me ha gustado por su descaro, por la sorpresa de lo inédito bien escrito.
Un gran descubrimiento, reconocido el afán de la escritora de crear una trama
excepcional dentro de un género, el policiaco, del que creía haberlo visto o
más bien leído todo. La frescura, originalidad, mordacidad, osadía, me han
deslumbrado en esta teatral innovación de la novela negra. Hasta no incomoda, o
afecta en la consideración de la obra, el hecho de tener que ser
condescendiente con sus tópicos lamidos y sus escenas amarradas de un hilo, las
casualidades metidas con calzador, del azar o lo previsible en un argumento que
se me ha hecho corto por su agilidad y diversión. “Sí, sí, tienen ustedes razón, estos desenlaces tan redondos sólo se dan
en las novelas”, he subrayado precisamente a lo anterior. Me ha gustado la
prosa de Rosa Ribas,
su alarde de ingenio, su amenidad y manejo impecable de
descripciones y diálogos en una historia desarrollada en una Barcelona alejada
de estereotipos. Me ha gustado la decisión de la autora de primar más al
protagonista, al personaje, que a la trama. Y es que Irene es una detective
atípica, atrevida, jocosa dentro de su ánimo trágico, normal por lo sufrido, la
que curiosamente o paradójicamente es una investigadora que pierde la vista,
aumenta sus dioptrías a pasos agigantados, y acompañada de un elenco de
personajes secundarios extraordinarios. Original. De ahí mi admiración por la
maestría de la escritora en la caracterización de sus personajes, en especial del
cardinal, Irene Ricart, con la habilidad de presentarla como una heroína de
acuerdo o según a los cánones clásicos del género, uno de tantos de esos
prototipos desequilibrados por sus circunstancias, el crimen de su familia, la
justicia, la venganza; y de la que Ribas no solo la hace renegar sino trascender
a su aire de separación, de ausencia, acercándola al lector, a mí y con la que
empaticé ya desde las primeras páginas. Y ello enfatizado con la dificultad de una
narración en primera persona, en la exigencia de mantener conmigo, con el
lector, una comunicación permanente y sincera, de llevarnos entre risas y
lágrimas por una investigación policíaca especial.
“No
hay nada que haga más sospechosa a una persona que la ausencia de detalles
intrascendentes”
Me ha gustado esta novela
o esta tragicomedia negra, quizás porque el misterio, la investigación criminal,
reitero, tiene un papel secundario para resaltar la entrega por los personajes
y sus cuitas; claro está por el encanto de Irene, y por la manera genial de
Rosa Ribas de imaginar y escribir esta historia amena y recomendable.
“…
la máxima de Lleal: «Una gran parte de los problemas se resuelven solos. Basta
con ignorarlos el tiempo suficiente»”
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