"Vamos acumulando años / y ceniza, / la de los entusiasmos apagados./ Con ella,/ con la ceniza, creamos / esa ilusión que llamamos experiencia, / y que sólo nos sirve,/ en ocasiones, /para disimular apenas / tanta nostalgia de la vida./ Y luego, un día / llega el viento y nos dispersa, /borrándonos."
Hoy, en esta festividad de Todos los Santos, víspera de los Santos Difuntos, en este noviembre que llega igual de cálido, he recordado, no sé porqué, estos versos del donostiarra Karmelo C. Iribarren, poeta en cuya obra, como quería Whitman, se encontrará, palpará, no un libro sino un hombre; no me gusta aquello del realismo sucio. Estos versos de "Cenizas aventadas", pertenecen al poemario "Las luces interiores".
Instantes antes, cierto que sentí otros versos, los encontrados en la mesa de trabajo de la poeta Alejandra Pizarnik, luego de su suicidio, que pertenecían a Jorge Luis Borges. Estos: "En el centro puntual de la/maraña,/Dios, la araña". Todos para definir, precisamente ahora, un sentimiento de fugacidad, o tal vez de regeneración, como las cenizas aventadas que el viento dispersa.
F.J. CALVENTE
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