“El
futuro es algo que tenemos que crear”
Lo reconozco, y con amable
nostalgia. Y eso que al principio me mantuve esquivo, ajeno a comentarios,
invitaciones, sugerencias, de amigos y otros lectores, seducidos por aquel
nuevo éxito de la literatura juvenil, Harry Potter, para que leyera, y luego
opinara de esta creación de J.K. Rowling; pero terminé por claudicar, abordando
la lectura, como no podía ser de otra manera, por el principio de la historia, con
“Harry Potter y la Piedra Filosofal”. Sentí la pluma de Rowling y comprendí la
magia que hizo cautivar a mi entorno lector y a una generación. Ahora, con
mayor perspectiva, y aprovechando la última lectura al respecto con este “Harry
Potter y el legado maldito” (título original en inglés: “Harry Potter and the
Cursed Child”) (Océano/Salamandra, 2016) creería que entonces fui víctima por
parte de algún conocido o amigo de cierto encantamiento o hechicería, enseñadas
en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería a golpe de varita mágica, con uno
de aquellos “Accio”, “Engorgio”, “Lumos”… o un “Expelliarmus” para arrojar de
mí la curiosidad por otros libros, o un “Expecto Patronum” para defenderme de
los “Dementores” de la literatura “seria”, o un “Vingardium Leviosa” para hacer levitar
permanentemente el libro frente a mis narices o mejor yo paralizado ante este
con un “Petrificus Cotalus”; del mismo modo no necesité de sortilegios o
maldiciones más poderosos y convincentes como “Sectumsempra”, “Imperius”, “Crucio”, ni menos la conclusiva “Avada
Kedavra” para encandilarme con aquel primer libro y continuar estándolo hasta
el séptimo y último de la saga. Y en este momento, con todas sus circunstancias
y a las que me referiré tras la sinopsis del presente ejemplar, he vuelto a
reencontrarme con la emoción, y satisfacción, de esta magnífica saga de
aventuras mágicas.
“Ser Harry Potter nunca
ha sido tarea fácil, menos aún desde que se ha convertido en un atareadísimo
empleado del Ministerio de Magia, un hombre casado y padre de tres hijos. Y si
Harry planta cara a un pasado que se resiste a quedar atrás, su hijo menor,
Albus Severus, ha de luchar contra el peso de una herencia familiar de la que
él nunca ha querido saber nada. Cuando el destino conecte el pasado con el
presente, padre e hijo deberán afrontar una verdad muy incómoda: a veces, la
oscuridad surge de los lugares menos pensados.”
Me ha gustado “Harry
Potter y el legado maldito”, porque ha sido un esperado reencuentro con las
novelas (luego las películas) que me hicieron disfrutar de buenos momentos y con
las que alejar de mí, en ese tiempo de evasión, las preocupaciones propias de
la existencia, de las miserias y rutinas. Y no me importa, por tanto, lo que se
pueda argumentar de esta obra, sobre todo por los detractores que la consideran
un añadido, uno de esos “fan fiction”, y no del octavo libro de la serie. No me
importa que no sea una novela como las anteriores, sino una obra de teatro
escrita por Jack Thorne (por supuesto basada en una idea de J.K. Rowling) y
dirigida por John Tiffany. No me importa y puesto que este reencuentro,
insisto, ha hecho posible proyectarme una vez más al universo Harry Potter, con
sus peculiaridades, vale, pero no por ello lo hacen menos interesante o
adulterado. No quiero más de lo que no sea y ha sido un nuevo viaje
interesante, fantástico, ameno e idealizado al mundo mágico de Harry Potter.
Con esto me quedo, y satisfecho.
Un viaje que comienza
donde terminó diecinueve años atrás con “Harry Potter y las reliquias de la
muerte”, en el Andén 9 y ¾ para tomar el tren rumbo a Hogwarts, con la
aparición de una nueva generación de magos de entre los que destacan Albus
Severus Potter, hijo de Harry y Ginny, Scorpio Malfoy, hijo de Draco… y hasta
un presunto descendiente del mismísimo Lord Voldemort. No digo más, para evitar
spoilers. Solo que en esta historia de historias, ya sabrán porqué, el guion se
estructura y desarrolla en torno a la reparación de una injusticia sucedida en
el pasado y como reivindicación personal del presente. A través de un “giratiempo”,
un artefacto mágico y prohibido, se suceden las incursiones en el pasado para
rectificar tal error injusto; sin embargo, modificar el pasado supone que las
circunstancias del presente cambien, sean muy distintas y… oscuras. De ahí que
esta intención o historia principal, por los saltos al pasado, provoquen nuevas
historias alternativas en el presente, como aquello de “lo que hubiese ocurrido
si…” durante la gran batalla hubiese vencido Voldemort para imponer su reino
del mal. Muy sugerente.
“Ellos
fueron grandes hombres, con grandes defectos, y ¿sabes?, esos defectos casi los
hicieron más grandes”
Por otro lado, si bien
sea su tema principal, no se trata de una de tantas historias de lucha entre el
bien y el mal, no, lo cual acerca esta aventura a las otras y distintivas de
Rowling. La reivindicación de la identidad adolescente, la problemática
responsabilidad de ser padres, del deber con los demás… son temas profundos que
también se entretejen con un nuevo triunfo del bien contra el mal. No importa,
al contrario, que en esta obra de teatro los personajes y determinados
contextos continúen varados en el pasado, en la saga anterior, como un Harry
Potter a quien no parece que tenga ya cuarenta años, más acusado en el caso de
Ron de quien se piensa está aquejado del Síndrome de Peter Pan… Pero Hermione
sigue siendo Hermione, y hasta Draco Malfoy ya no es tan… malo, tan “mortífago”
o seguidor de Voldemort. Por otro lado, Albus Potter y Scorpio Malfoy darán
mucho juego al mundo mágico de Harry Potter…
Por último, no voy a
juzgar si el texto teatral es pobre o no, si sus diálogos son simples o no, si
la trama en dos actos no aporta nada nuevo que ya no haya sido recreado en las
novelas previas… No. Agradezco estos ratitos que me han ocupado la lectura de
este “Harry Potter y el legado maldito”, por su entretenimiento, por su
atractiva capacidad para hacerme ver e imaginar, otra vez, el espectacular
universo Potter. Un placer.
“Dumbledore:
Aquellos que nos aman realmente nunca nos dejan, Harry. Hay cosas que la muerte
no puede tocar. Dolor… y memoria… y amor”
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