“- … Un hombre que lleva un traje no hecho a
medida, es capaz de cometer un asesinato”
Tal vez "El hombre que no era nadie" (Serie Negra, El
País, 2004) no sea la novela indicada para valorar o distinguir a Edgar
Wallace, pero sí adecuada para reconocer su estilo narrativo y su habilidad y
prolija producción literaria; ahí le avalan casi dos centenares de novelas, una
veintena de obras de teatro, un millar de relatos y una infinidad de artículos
periodísticos, abundante trabajo para quien ha sido considerado como el escritor
inventor del thriller. Dicho esto, esta novela, insisto, reúne la estructura
básica de las narraciones de suspense, no de aquellas en la que se presenta un
acertijo detectivesco, incluso matemático, por resolver y como puedan ser los
clásicos de Agatha Christie: un prolegómeno con los sucesos o hechos
misteriosos o criminales, un desarrollo inquisitivo sin que intervenga policía
o detective con un método determinado y característico, para dilucidarlos o
para ir recomponiendo sus fragmentos hasta el mismo colofón final, cuando cae
el “The End” y como si se tratara de la proyección de una película en blanco y
negro.
"Marjorie conoce al misterioso Pretoria Smith y presencia su
muerte, a manos de éste, de lord James Tynewood. Poco después la joven recibe
un ultimátum: si no se casa con el socio de su tío, éste dejará de mandarles
dinero a ella y a su madre. Cuando la joven descubre que el enigmático socio es
Pretoria Smith, y que no le queda más remedio que casarse con él porque su
madre está endeudada, el pánico se apodera de ella: debe contraer matrimonio
con un sospechoso de asesinato, con un hombre de cuyo nombre e identidad
duda... Marjorie deberá afinar sus dotes detectivescas si en algo valora su
felicidad."
Una novela entretenida, sin grandes pretensiones, llana, placentera,
con tal diversidad de ambientes que agiliza e imprime mayor interés a una trama
lógica, solidaria: el Londres de clase media y el aristocrático, el rural de la
campiña inglesa, África y las minas del Kalahari...
Así como un amplio abanico de
personajes, nobles, trabajadores, aventureros… envueltos la mayoría en fatuas
apariencias, o en una huida de la vacuidad de sus vidas; no muy definidos,
quizás estereotipados, tanto que incluso el alusivo "hombre que no era
nadie", Pretoria Smith, igual podría haberse llamado Periquito de los
Palotes, todos y adecuados a la línea uniforme de la narración. Una narración con
diálogos concisos, precisos, tópicos, del mismo modo exigidos en la
arquitectura sencilla y ágil de la historia.
Ni decir tiene que para los puristas, los rigurosos de la novela
negra, o de los que esperan descifrar, pistas de por medio, un enigma
policíaco, no les satisfará este relato o pondrán una y mil excusas. Sin embargo,
como es mi caso, encontramos en sus páginas, no llegan a las doscientas, una
oportunidad para echar la tarde encima, más con estas calores sofocantes, una
lectura entretenida, cómoda, y con ese encanto de los años veinte en películas
en blanco y negro… Recomendable.
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