Mañana del viernes; pero recuerdo cuando ayer caía oblicua la tarde en los estrechos desfiladeros inmobiliarios. Un escurridizo crepúsculo que tamizado, desgarradoras sus briznas de entreluces apagados, se derramaba de las altas e intrincadas ramas de unos centenarios árboles cercanos, gigantes verdes en la plaza Duquesa de Parcent; como una lluvia aterida de lágrimas sin consuelo, sin posibilidad, para aferrarse, arañando con sus sombras alargadas, fustigantes, premiosas de rastros de hojas desprendidas en otoño, a las paredes, en un intento de perpetuar la fugaz anochecida en la eternidad del mítico escenario. La Ciudad. Ronda.
(C) F.J.Calvente
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