“Soy un accidente cósmico y pronto estaré
muerto”
A Dan Brown no se le exige rigurosidad u oficio narrativo, ningún alarde
estilista o literario ni menos retórico, solo que sus relatos entretengan,
diviertan. Y hasta ahora, en alguien que ha vendido la friolera de 200 millones
de sus best sellers en el mundo, ha animado a miles de lectores con las
aventuras de su personaje Robert Langdon y desde el célebre fenómeno de “El
Código Da Vinci” (con permiso de Henry Lincoln, Michael Baigent y Richard Leigh
por su ensayo “El enigma sagrado” y del que está casi textualmente novelado).
Sin embargo, en esta quinta entrega protagonizada por el profesor de simbología
e iconografía religiosa de la Universidad de Harvard, “Origen” (Planeta, 2017),
mi primer libro del año, ya no es solo por la escritura de Dan Brown, que sigue
siendo correcta, pasable, y siendo generoso, sino que naufraga, decae, en el
ritmo, en la acción, en la trama, perdiendo la esencia, la intriga que hacía de
sus novelas un ejercicio de entretenimiento notable y lo que hacía ocultar,
precisamente, sus limitaciones narrativas, haciéndose por tanto éstas más
evidentes, más flagrantes. El peor volumen de la saga. No consigue, siquiera, “empujar a la gente fuera de su zona de
confort”. Decepcionante.
Veamos la Sinopsis editorial de “Origen”:
“Robert Langdon, profesor de simbología e iconografía religiosa de
la universidad de Harvard, acude al Museo Guggenheim Bilbao para asistir a un
trascendental anuncio que «cambiará la faz de la ciencia para siempre». El
anfitrión de la velada es Edmond Kirsch, un joven multimillonario cuyos
visionarios inventos tecnológicos y audaces predicciones lo han convertido en
una figura de renombre mundial. Kirsch, uno de los alumnos más brillantes de
Langdon años atrás, se dispone a revelar un extraordinario descubrimiento que
dará respuesta a las dos preguntas que han obsesionado a la humanidad desde el
principio de los tiempos.
¿DE DÓNDE VENIMOS? ¿ADÓNDE VAMOS?
Al poco tiempo de comenzar la presentación, meticulosamente orquestada
por Edmond Kirsch y la directora del museo Ambra Vidal, estalla el caos para
asombro de cientos de invitados y millones de espectadores en todo el mundo.
Ante la inminente amenaza de que el valioso hallazgo se pierda para siempre,
Langdon y Ambra deben huir desesperadamente a Barcelona e iniciar una carrera
contrarreloj para localizar la críptica contraseña que les dará acceso al
revolucionario secreto de Kirsch.
Perseguidos por un atormentado y peligroso enemigo, Langdon y Ambra
descubrirán los episodios más oscuros de la Historia y del extremismo
religioso. Siguiendo un rastro de pistas compuesto por obras de arte moderno y
enigmáticos símbolos, tendrán pocas horas para intentar desvelar la fascinante
investigación de Kirsch… y su sobrecogedora revelación sobre el origen y el
destino de la Humanidad.
ORIGEN se desarrolla íntegramente en España. Barcelona, Bilbao,
Madrid y Sevilla son los escenarios principales en los que transcurre la nueva
aventura de Robert Langdon. De la mano del autor de El código Da Vinci, el
lector recorrerá escenarios como el Monasterio de Montserrat, la Casa Milà (La
Pedrera), la Sagrada Familia, el Museo Guggenheim Bilbao, el Palacio Real o la
Catedral de Sevilla.
Como ya sucedió con París en El código Da Vinci, con Roma en Ángeles
y demonios o con Florencia en Inferno, los escenarios de las novelas de Dan
Brown siempre han sido un elemento clave en sus tramas.”
Veamos cuales son los factores que han influido, a mi modo de ver, para
la ausencia o dilución de las características narrativas de Dan Brown en este
“Origen”.
Cansa la insistencia argumental de Dan Brown por la religión, o de ese
peso y animosidad por la iglesia católica que en “Origen” ni la codiciada acción,
acaso por su abandono, por esperada, mitiga el tedio. La lucha contra el dogma
religioso, o el derribo del mismo a través de la ciencia, se hace iterativo, no
aporta nada nuevo e interesante. Carga. A esto uniríamos la desconsideración en
este ejemplar por la monarquía española, tratada de una manera informal,
frívola, indocumentada y poco creíble, en un flaco favor a la institución regia
e incluso contraria al atractivo hipotético que despertaría en otra ventaja u oposición
republicana.
“Sólo hay una manera de derrotar a la
muerte: convertir nuestra vida en una obra maestra”
Del mismo modo, en esta reiteración machacona de los detalles
característicos de la obra de Dan Brown, los saltos o giros en la acción, aquí previstos,
arbitrarios, tan enlentecidos que no solo no consiguen demorar el suspense por la
dilucidación del secreto, sino que obtienen lo contrario, es decir, aumentar el
sentido de aburrimiento cuando sobran y sobran y sobran páginas, escenas,
descripciones; y donde ya no se perdona, como venía sucediendo en otros
volúmenes, el hecho de que ciertos personajes manejen y jueguen con descaro una
información básica en el argumento, incidiendo en que el lector crea cómo, de
manera zafia, se intenté burlar de su mediano entendimiento, inclusive de esta
historia en torno a esa epifanía científica que va a acabar con la fe y la
religión de la humanidad, y en alusión a una nueva religión fundamentada en la
experiencia, en la razón. En esta llamémosle victoria de la ciencia frente a la
religión, tan burdo el “corte y pega” de la parte científica, el tocho para
responder a las preguntas existenciales y contextuales del “¿De dónde venimos?”
y “¿A dónde vamos?”, pierde una oportunidad estupenda de hacerla más accesible
y por tanto más interesante dentro de un thriller de ciencia ficción poco
verisímil.
“Debemos depositar toda nuestra fe en la
creatividad humana y en el amor, porque esas dos fuerzas, cuando se combinan,
tienen el poder de iluminar las tinieblas”
640 páginas, insisto, son muchas páginas para esta anodina historia que
trata si no de la lucha, de un despecho de la ciencia contra la religión, y
viceversa, tanto da, entre un científico famoso a lo Steve Jobs y de unos
fanáticos poderosos que quieren impedir la publicación de un descubrimiento que
no solo destruirá la religión, cualquier religión, sino que cambiará el mundo
conocido. Sobran muchas páginas, sobran muchas escenas que se alargan
innecesariamente en detalles fútiles, de una dudosa estética, de otros “corta y
pega” de folletos turísticos o del wikipedia, y con un claro direccionamiento en
el futuro guion de la película de turno, sobran muchas subtramas que no llevan
a ninguna parte y que además aparecen deshilvanadas, desconectadas entre sí. Es
el caso, uno de entre varios, del Museo Guggenheim de Bilbao, este que aun no
teniendo, salvo el crimen a partir del que se despliega el relato, una relevancia
cardinal, el autor dilata y dilata las referencias, las representaciones… de
una manera interminable y redundante.
“-Muchos nos resistimos a definirnos como
“ateos” -decía Kirsch en tono sereno ante los estudiantes- Y sin embargo, el
ateísmo no es una filosofía, ni una visión del mundo, sino un simple
reconocimiento de lo obvio”
Y es que Dan Brown, curiosamente cuando recurre a España como
escenario de esta historia (algo similar pasó con su “La Fortaleza Digital”,
donde no nos deja en un lugar al menos objetivo, mostrándonos como una sociedad
gazmoña, tradicionalista, con muchos tics aún de la férula franquista) realiza
tal batiburrillo increíble, pasmoso, del que no lograría asumir o acaparar ni
explicar el hecho de ser catalogada la novela como de ciencia-ficción.
Insólito. Así, de la abadía de Montserrat, en una reunión cumbre y secreta
entre el científico protagonista y los tres representantes de las tres grandes
religiones, pasamos al Museo Guggenheim en Bilbao, el Palacio Real de Madrid,
la Catedral de la Almudena, el Valle de los Caídos, el Escorial, la Sagrada
Familia, la Casa Milá, (La Pedrera)...
y hasta la colosal y extravagante basílica
del Palmar de Troya. Sucediéndose unos contextos, inconexos se expuso
anteriormente, en los que se asiste estupefacto a otra realidad paralela o a
otro mundo en el que vivimos y del que, porfío, no alcanzaría justificar ni con
la alusión a la largueza de la ciencia-ficción. La acción, una de las llaves
maestras de este género narrativo y de las obras de Dan Brown en particular,
desaparece en este ejemplar en favor del cuadro, de las escenas de manual
paisajístico y monumental, junto a otra de las señas de identidad, y atractivas,
como la resolución de enigmas esotéricos y simbólicos. Enigmas que en “Origen” da
paso a una mescolanza absurda de escenarios disparatados y de instituciones y
colectivos diferentes, incompatibles, y con unos tratamientos desatinados. Por
ejemplo, el omnímodo poder de la monarquía española es a su vez sometida por la
bendición de la iglesia católica, de un príncipe heredero que, inadmisiblemente,
pide la mano de su prometida en un programa de televisión en directo, ésta,
Ambra Vidal, directora del Guggenheim, es una vez más la protagonista femenina
guapa y vacía que asiste y sigue al galán principal, Robert Langdon; y también
encontramos al malo entre los malos, aunque aquí abandona las ropas oscuras por
las blancas, por un uniforme militar del ejército español, un almirante víctima
de un atentado terrorista en plena catedral sevillana y con el seso sorbido por
la iglesia cismática o la secta de los palmarianos del Palmar de Troya, con su
papa propio al frente y éste con más poder que el obispo protagonista sobre el
rey emérito, un criminal que, rizando el rizo de lo absurdo, además de su ideología
carlista, asesina al renombrado Kirsch con una pistola que no es más que un
rosario elaborado con una impresora 3D…
“Buscamos el bienestar de nuestros cuerpos
físicos con la esperanza de que se extienda también a nuestras almas”
Con esto no hago más que resaltar lo pobre de esta novela, de esta
nueva entrega de Robert Langdon, insustancial, de trilladas premisas, de
personajes huecos y reincidentes, de mucha paja y relleno, inconexa, en la que
se hace más patente las deficiencias estilísticas de Dan Brown al menguar su
pericia en hacer del entretenimiento su mayor virtud escritora, en condenar la
acción en beneficio de un argumento científico inapropiadamente descontextualizado,
y en no mostrar la credibilidad, presente en libros previos, al unificar con
solvencia la trama histórica real con la ficticia. Decepcionante.
“-Tolerar la ignorancia es darle alas. Mirar
para otro lado mientras nuestros gobernantes proclaman ideas absurdas es un
delito de negligencia, como también lo es permitir que nuestras escuelas e
iglesias enseñen a los niños falsedades manifiestas. Ha llegado el momento de
pasar a la acción. Solamente cuando liberemos a nuestra especie del pensamiento
supersticioso podremos disfrutar de todas las potencialidades de nuestra
mente”.
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