“Tienes
que aprender a confiar en lo que no entiendes. Solo así encontrarás la paz. La
inteligencia tiene que callar a veces.”
Espido Freire se alzaba
con el Premio Azorín 2017 con una novela-ensayo sobre la última zarina, “Llamadme
Alejandra” (Planeta, 2017). Una novela bien escrita, lenta, también densa, aun
contando con solo 368 páginas; de una perspectiva narrativa peculiar, como un
documental desarrollado en un conteo cronológico de flashbacks, de sucintas
escenas, objetivas, y trazada con un tono despreocupado, superficial, inocente por
ejemplo, e innecesario de no ser para reflejar un mundo pomposo y ajeno a la compleja
realidad de la revolución rusa, en la sucesión de cartas infantiles de las
hijas de la protagonista, Alejandra de Hesse, la nieta de la reina Victoria,
esposada con el último zar Nicolás II; y solo con intensidad al principio y más
al final donde la narración alcanza una severidad visual y trágica meritoria.
Un relato al que le falta, a mi juicio, por su asepsia y llaneza tal vez, otra
luz, un sentido atractivo que encienda el alma literaria.
Sinopsis de “Llamadme
Alejandra”:
“Como si fueran figuras
de ajedrez, la familia Romanov se prepara en silencio para un nuevo traslado.
Alejandra, la zarina, sueña con ver a sus cuatro hijas casadas. Tras la
abdicación del zar, ya no tiene grandes pretensiones para su pequeño Alexis,
más allá de una vida tranquila y alejada del mundo. Echa de menos a su amigo
Rasputin, el hombre que más la comprendió después de su amado Nikki. En su
última morada y sin más que hacer que esperar su liberación, Alejandra
satisface la curiosidad de sus hijas por su pasado. De esa manera reconstruye
una vida marcada por la desgracia; pero también plena de felicidad porque el
amor que se profesaron ella y Nikki, y que transmitieron a sus hijos, fue el
bastión que los mantuvo unidos y fuertes hasta su trágico final.”
Alejandra Fiodorovna,
una noble alemana emparentada con la monarquía europea que se convierte en la
zarina de Rusia tras su matrimonio con Nicolás Romanov, cuenta en primera
persona esta historia, o la suya. Cierto que esta linealidad narrativa tiene la
excepción, reitero que superflua, por la inclusión de unas ingenuas cartas de
las hijas del matrimonio imperial ruso y que nada aportan a la narración, junto
a los informes finales del mando bolchevique en relación al asesinato de la
familia del zar, siendo los últimos más interesantes por su dramatismo. Aunque
estos y otros detalles desmarcan la novela del género histórico para abrazarse
a un intimismo o a una apreciación personal de la autora sobre la figura de
Alejandra, no consigue atajar la distancia con el lector, en una lectura obligada
por un compendio de escenas biográficas, monótonas y sobrias, de la que no
basta el hecho de estar muy bien escrita para que deje de ser fría o insensible
y, en mi caso, sin lograr despertar una mayor empatía o al menos incentivo o
simpatía por este personaje histórico que seguirá siendo bastante secundario,
menor y anodino. Un personaje, al mismo tiempo, del que no se extrae mayor
interés por tratarse de una mujer, mejor madre, tímida, enfermiza, celosa, ni
porque desdeñaba del lujo excesivo, austera, educada, amante de la lectura y el
estudio, y tampoco, aun sacrificándose por su amor hacia Nicolás al cambiar de
una realidad muy distinta a otra, por soportar el desprecio no solo de la
aristocracia rusa, más de su suegra, la zarina María, sino del propio pueblo que
la tildaba de extranjera, germanófila y por esto enemiga dado el conflicto
bélico mundial que enfrentaba a Rusia con Alemania.
Además, este repaso
biográfico de Alejandra, a través de sus vivencias familiares primero y luego
en el seno de los Romanov, pero siempre desde una óptica de boato por fiestas,
joyas, actos, celebraciones… de la que ni incluso la hemofilia del zarevich, el
hijo y sucesor tan deseado, el peregrinar de la familia imperial por distintas y
suntuosas residencias, o la efímera aparición de la misteriosa figura de
Rasputin, levanta de tanta liviandad; dejando pasar una oportunidad señalada para
hacer hincapié en unos tiempos convulsos, de transformación social y política,
entre crisis notables, la Primera Mundial Mundial y, principalmente, de la
propia Revolución Rusa que puso fin a la era de los Romanov.
“Era
en efecto muy hermosa, de movimientos muy bellos, como tatuajes en el aire,…”
Sea como sea, podrá
justificarse esta atonía y simplicidad expresiva, el buen hacer de la escritora
le concede estas condescendencias, por un enfoque peculiar, osado, inteligente
de Espido Freire hacia el personaje, Alejandra Fiodorovna: quien le interesó
sobremanera, un argumento para la sencillez estilística de la obra, a la que no
juzga y con quien se sintió tan identificada, de ahí asimismo la intimidad en
detrimento de la complejidad histórica, ajena al tópico y al atractivo de las
recreaciones noveladas históricas centradas en la fastuosidad, en la intriga
palaciega y pueblerina, o en el consabido trágico final de sus protagonistas y
el contexto revolucionario, como para plasmar una historia personal, contada en
primera persona, triste, introspectiva, excepcional. Acaso la intención de la
autora fuese atestiguar, no reivindicar, dentro de un mundo que se desmoronaba
con violencia y dramatismo, el paraíso familiar, la protección del mismo, la
seguridad en su marido, en sus hijos, en sus fieles amigos, de una mujer que
aunque con una importancia histórica secundaria, para mí y todavía tras leer
esta novela, defendió su privacidad, contra todo y todos, en un mundo complicado.
“Porque
no soy como ellos, ni lo seré nunca, y lo que no entienden, lo pisotean. No hay
que buscar más respuestas”
Me llamo LISA y soy de los Estados Unidos, quiero aprovechar esta oportunidad para agradecer a mi gran Agadaga que realmente hizo mi vida más placentera hoy. Este gran hombre, el Dr. Agadaga, me devolvió a mi encantador esposo, tuve dos adorables hijos de mi esposo, hace unos cuatro años yo y mi esposo hemos tenido una pelea u otra hasta que finalmente me dejó por una señorita. Sentí que mi vida había terminado y mis hijos pensaron que nunca volverían a ver a su papá. Traté de ser fuerte solo para los niños, pero no pude controlar los dolores que atormentan mi corazón, mi corazón se llenó de dolores y penas porque estaba realmente enamorado de mi esposo. Todos los días y noches pienso en él y siempre me gustaría volver con él, hasta que un día conocí a una buena amiga mía que también estaba en una situación como yo, pero su problema era su ex novio, que tuvo un embarazo no deseado. porque y él se negó a asumir la responsabilidad y la abandonó. ella me dijo que el mío era un caso pequeño y que no debería preocuparme por eso, así que le pregunté cuál era la solución a mi problema y ella me dio la dirección de correo electrónico de este gran hombre. Yo estaba dudando si este hombre era la solución, entré en contacto con este gran hombre y él me dijo qué hacer y yo los hice todos, me dijo que esperara solo 72 horas y que mi esposo vendría gateando de rodillas solo por perdón. así que hice fielmente lo que este gran hombre me pidió que hiciera y, con seguridad, después de 72 horas, él volvió a contactarme nuevamente con el Dr. Agadaga para pedir ayuda en agadagaspiritualhome@gmail.com
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