El reinado de mi hada Ángela llega a la década, diez los años, dos las
cifras, aún en su reino sin tiempo y con un espacio infinito para ensoñar; sin
ambiciones, ni rencores, sin nubes grises en el horizonte, en su búsqueda y
encuentro curioso de la Belleza, del asombro por los colores, de las curvas
hacia arriba de su sonrisa permanente, y del fulgor en sus ojos cuando la
imaginación, lo soñado, tienen que cumplirse, pues de lo contrario nada tendría
sentido.
Con ella, al igual que a todos nos remueve, nos enamora lo imperfecto, su
cariño, sus achuchones tan estrechos y apremiantes, a veces tan agobiantes, sus
cien mil bailes como si de esta manera alejara la tristeza del mundo, tienen su
contraposición, la impaciencia, con la lógica práctica, con memorizar los
ajustados patrones de una enseñanza que no admite ni a buenos ni a malos en
aventuras apasionantes, los fríos y siempre exactos cálculos, las matemáticas
sin matices ni sorpresas. Qué le vamos a hacer, tal vez sea cuestión de tiempo,
cuando inevitablemente se despegue de su reino imprevisible, fantástico y
onírico, de palacios, castillos encantados, del prodigio de Ladybug, del beso
de Luna y Matteo, la piña debajo del mar… y huya o se abandone, como nosotros, en
la aplastante subsistencia. La amarga pérdida de la inocencia.
Ojalá que en este año sigan existiendo para ella, y para nosotros, los
Reyes Magos, el Ratón Pérez, Fairytopia, Nunca Jamás, Musical.ly, el Just Dance
o Zelda… o que su transición en mayor, en mujercita, no suscite muchos
sobresaltos, grandes quebrantos; para que con Ángela aún perviva la esperanza,
los destellos de luz que cieguen las rutinas, el descubrimiento de la Belleza
que nos haga ver todavía esta realidad con sonrojos y dibujos animados, con
rosas, azules, tiaras y tules, con sirenas, estrellas, canciones con rima y
finales felices; a tirar hacia delante a pesar de los desencantos, con
confianza e ilusión. Necesitamos impregnarnos de su polvillo mágico para
soportar las dificultades de la vida.
Felicidades Ángela, hija. Besos.
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