“Si ni siquiera somos capaces de encontrar nada que
explique por qué somos como somos, por qué actuamos así y no de otra manera, es
que no hemos vivido, eso lo sabemos los viejos mejor que nadie. Eso y que la
vida no es lo que hemos sido, sino lo que no podemos olvidar. Cuantos menos
recuerdos, menos ahora. Cuanto menos ahora, menos aquí. Eso es así”
No por el hecho de
haber sido ganadora del prestigioso Premio Nadal de Novela 2018, “Un amor”
(Ediciones Destino, 2018) de Alejandro Palomas, ha tenido una crítica amable
por ciertos apóstoles del dictamen o la censura literaria. A mí me importa un
bledo lo que digan o pontifiquen, lo que callen y despotriquen, del acierto o
no de la editorial cuando ya resulta habitual, cansino, los galardones que
obedecen a otros intereses antes del valor y compromiso literario; no me
importa si su estilo es simple y no adensado, frívolo o nada promisorio,
insolvente o no, riguroso, retórico o introspectivo, tópico, liviano o plano… del
mismo modo que a ustedes les parecerá igual por cuanto yo les señale, y hacen
bien; pero esta es mi opinión, y la que tras leer la novela, puedo decir y
destacar que me ha emocionado, que ha sido una experiencia interesante,
conmovedora, tierna, sin nada de exhibicionismo emocional, o tal vez sí y por
ello bienvenido, complacido. Al fin y al cabo, lo importante de la pasión por
la lectura es que aflore emociones, despierte curiosidad, y las horas junto al
relato nos abstraiga de la realidad, nos mitigue el dolor de la contrariedad, “… sufriendo por anticipado el dolor de los
demás para no hacerle sitio al propio”, o bien la coloreemos con su barniz
de ensueño o aventura. Una novela en la que se siente, con la que se ríe, se
llora, se piensa… en la que su autor nos dispara con letras directamente al
corazón.
“Nuestra casa está donde no necesitamos mentir…”
“Un amor es entrar
en esta maravillosa familia por la puerta grande. 24 horas. Una boda, todo va
bien. Una llamada, todo va mal... Y desde ahí, la vida en vena.
En el reducido
universo familiar de Amalia y sus tres hijos, Silvia, Emma y Fer, el engranaje
se mueve al ritmo desacompasado de las emociones. Es una familia típica, y
sobre todo, muy real. Un cosmos cocido al fuego lento de varias entregas que
han atado a miles de lectores. Pero llega un día cumbre en sus vidas. Emma se
va a casar y todos se sumergen en las tareas y los remolinos de organizar la
mejor boda. La noche previa a la ceremonia, una llamada rompe la armonía
familiar. Silvia, Emma, Fer y otros parientes se conjuran para poder celebrar a
la vez el aniversario de Amalia, que coincide inevitablemente con la fecha de
la boda. 24 horas de acelerón emocional que pondrán a prueba a todos y cada uno
y al mismo engranaje familiar.
Un nuevo ejercicio
de virtuosismo emocional. Una literatura que llega por el plexo y se inocua
directamente a los sentimientos. Alejandro Palomas extiende su ya variada
paleta de colores para dotar a sus personajes de los matices, sesgos y rasgos
que los acercan a los lectores y éstos los reconocemos como a propios en sus
particulares universos familiares.”
“El viaje despista, y no hay nada ni nadie más atento
al despiste que la propia vida, la de verdad”
No he leído de
Alejandro Palomas “Una madre” y “Un perro”, las dos novelas anteriores a esta “Un
amor”, y en las que junto a otras que vendrán, conforman una saga familiar integrada
por Fer, homosexual y narrador de esta última historia, por sus hermanas, Silvia,
correcta, aparente y resignada, y Emma, lesbiana, un tanto excéntrica y
sentimental, en su boda con Magalí, una argentina con un pasado oscuro o
trágico, con la tía Inés, católica y compañera, no consanguínea, y, por
supuesto, Amalia, la madre, el tótem y la gran figura de este universo cercano
y estimulante y tal vez “empotrado y empoderado” (ya lo entenderán al leerla o
sonrían ahora con su recuerdo); “Amalia
que era, con sus setenta y dos años, su pelo blanco y la piel trasparente, la
visión mermada y esa personalidad tan peculiar que nosotros no siempre gestionábamos
con la paciencia y la benevolencia que supongo que tendríamos que haber
manejado”, ella, surrealista, tierna, desquiciante, tan necesitada de amor,
tan necesitada de darlo, una enorme metáfora de esperanza, de confianza; “Mamá creció así, se crio así: aprendiendo a
callar y a reírse de sí misma para que la risa ajena no doliera tanto”, la
enorme fuerza en la que gravitan el resto de protagonistas, con sus propias
historias y sensibilidades, con sus ruinas y virtudes, el núcleo de la familia.
Entre los preparativos de la boda y el cumpleaños de la madre se arma esta
tragicomedia muy humana, bella, dulce y entretenida.
“Tener cerca a alguien bueno, bueno de verdad, como
ella, convierte al otro en el menos bueno de los dos, y para vivir con eso hay
que ser muy honesto”
Con un lenguaje
cotidiano y saboreado, tan simple pero capaz de algo tan difícil de atrapar con
inusitada facilidad y habilidad, Alejandro Palomas construye este amorío narrativo
con sus lectores, fomentando la identificación, la cercanía, la empatía con una
familia entrañable a la que solo puede sacarse todo su jugo leyéndola,
visualizándola, y, con ella, exprimiéndonos el alma a golpes o a palabras;
palabras enormes que crean sensaciones y emociones, con un amor, como su
título, en una celebración de vida, de la familia. Una familia unida, elástica,
fiel, y en la que los espectadores nos sentimos cómodos, cautivados, en una expectativa
como la indicada en la cita que abre el libro: “Recuerda que hay que vivir”, y a lo que se enfatiza dentro con “La vida no es lo que es, sino lo que
sentimos al recordarla”.
“La vejez es elegir los momentos en los que queremos
vivir y darnos cuenta de que todos, antes o después, elegimos lo que emociona”
Esta novela es un
amor, sin duda, como su título, para disfrutarla y conmemorarla, por su
humildad, por su fuerza, por su humanidad, por sus valores, por su recreo, por
un personaje como el de Amalia que permanecerá siempre en nuestra nómina de
personajes literarios con un grato recuerdo y fortaleza; por su amor, grande y pequeño,
universal y particular, frívolo y versátil, sustancial, familiar y personal.
Diga lo que se diga, en definitiva, agradezco a Alejandro Palomas con su obra habérmelo
echo especial, emocionante, conmovedor, por haberme inoculado una dosis de vida
en vena, en letras henchidas de emociones. Recomendable.
“A fin de cuentas, la vida no es mucho más que los
lugares y las personas que frecuentamos”, decía. “Eso y también las
coincidencias. Lástima que cuando lo entendemos ya somos demasiado viejos y
queda poco por frecuentar”
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