“¡Qué siniestra y oscura locura debía de haberse
apoderado de él para hacerle pensar que debía ejercer de detective! Se trataba
de un oficio triste, profesado por hombres tristes”
El Gran Hiato, así
se conoce al interludio de tres años entre la aparente muerte de Sherlock
Holmes, cuando su creador, Arthur Conan Doyle, cansado del genial detective
cuya fama se le antepuso y coaccionó su voluntad literaria, decidió hacerlo
desaparecer en el relato “El problema final”, y su reaparición posterior en “El
sabueso de los Baskerville”. ¿Qué sucedió en este tiempo? Graham Moore en “El
hombre que mató a Sherlock Holmes” (Círculo de lectores, 2015) ha recreado una sensacional
figuración novelada, una narración trepidante, documentada, inteligente y
entretenida. Los amantes de Sherlock Holmes, entre los que me incluyo,
entenderán la satisfacción y por tanto recomendación de esta novela de
misterio.
“Diciembre de 1893. El escritor inglés Arthur Conan
Doyle ha decidido matar a su célebre detective Sherlock Holmes. Superado por la
fama del personaje, escribe el que debería ser el último relato del
protagonista, en el que su archienemigo, el profesor Moriarty, lo lanza por las
cataratas de Reichenbach. Pese a las quejas de la legión de fieles lectores
acerca del drástico final del detective, Conan Doyle se niega a dar
explicaciones y se mantiene firme en su resolución. Sin embargo, tres años
después de la muerte de Holmes, el escritor decide resucitarlo en un nuevo
relato: El sabueso de los Baskerville. ¿Qué sucedió para que cambiara de
opinión? Por desgracia, el diario que podría contener la clave de esa decisión
se perdió tras la muerte del autor.
Enero de 2010. Alex Cale, miembro de los Irregulares
de Baker Street, una sociedad consagrada al estudio de Sherlock Holmes, es sin
duda el invitado estrella en la convención que la organización celebra en un
hotel de Nueva York. La razón: asegura haber encontrado el diario perdido de
sir Arthur Conan Doyle. Pero como en los relatos clásicos de misterio, el día
de la presentación hallan su cuerpo sin vida. Harold White, el miembro más
reciente de la sociedad, decide emular los pasos de su admirado detective y
emprender una investigación para resolver un misterio que le llevará desde
Nueva York hasta Londres. Tras sumergirse en los recovecos de la mente del
célebre escritor, Harold descubrirá que el alma humana es cualquier cosa menos “elemental”
Probablemente,
insisto, esta novela deleitará a la legión de devotos del famoso detective
inglés Sherlock Holmes, y resultará aceptable para el resto, éstos que supongo serán
escasos, los que solo la encuentren una novela negra entretenida y poco más. Sin
embargo, este poco es mucho más, con independencia de su temática llamémosle “holmesiana”
o mejor “Sherlockiana”. La novela está perfectamente estructurada, con un
manejo hábil de los giros y tensión o suspense argumentales, narrada de forma
diacrónica, en una alternancia de las dos secuencias temporales de la trama, en
capítulos que comienzan con una cita de Conan Doyle, vivos e intrigantes.
“-Creo que amo la idea de que los problemas tienen
solución. Me parece que ése es el atractivo de las historias de misterio, sean
las de Holmes u otras. En esos relatos, vivimos en un mundo comprensible.
Vivimos en un lugar donde cada problema tiene una solución que, si somos lo
bastante inteligentes, sabremos desentrañar”
Dos novelas en
una, o dos relatos entretejidos con pericia. Por un lado, la investigación desarrollada
en 1893 por sir Arthur Conan Doyle tras eliminar a su fastidioso héroe, hecho
que no le perdonaron los miles de incondicionales lectores de las aventuras del
glorioso detective, y en la búsqueda de un asesino de mujeres junto a su amigo
Bram Stoker, el creador de Drácula; en Conan Doyle recaen las sospechas del
asesino en serie. La segunda historia transcurre en 2010, protagonizada por un prosélito
sherlockiano, Harold White, en la investigación del paradero del diario inédito
de Conan Doyle y donde, entre otros apasionantes temas y esclarecimiento de las
lagunas concitadas en el gran hiato, se detalla la anterior pesquisa policial,
como su personaje de marras, del acreditado escritor decimonónico, enfrentándose
a la amenaza surgida tras la muerte del encargado de anunciar el hallazgo, rubricado
con un mensaje escrito con sangre en la pared del hotel: “elemental”.
“Por primera vez, Harold comprendió que no estaba
haciendo todo aquello por Alex. Lo hacía por sí mismo. Lo hacía por la “solución”.
La poderosa respuesta que se encontraba más allá de su campo de visión, más
allá de las nubes oscuras y el cielo. No era una cuestión de justicia. Su
estímulo era el misterio”
Una aventura narrativa
abundante en datos, anécdotas, historia, meritoriamente discurridos, lo que da
garantía de la importante documentación del autor en relación a este fenómeno
de la ficción policíaca y de su creador. Tanto que, con independencia de la
recreación o figuración de un caso criminal real, permite rememorar y disfrutar
de los detalles o anécdotas de este mito literario; por ejemplo, de cómo las hordas
de incondicionales de Sherlock Holmes, cuando Conan Doyle decidió hacerlo
desaparecer definitivamente, llevaron en señal de desaprobación y duelo
brazaletes negros, o de cómo la célebre palabra de Sherlock a Watson, “elemental”,
solo aparece en un relato, “La aventura del jorobado”, y sin embargo, se
resalta su más famosa frase: "Cuando has eliminado lo imposible, lo que
queda, por muy improbable que parezca, tiene que ser la verdad"; de la
personalidad de Conan Doyle, o del tenebroso ambiente de niebla en el Londres
de finales del XIX que ya perdía su halo de misterio con las primeras farolas
eléctricas; e incluso con lo relacionado a las sociedades actuales de estudio
sobre Sherlock Holmes. Soberbia la labor documental de Moore.
“Harold había comprendido que no encontrar una
solución habría sido horrible, pero nunca antes se le había ocurrido que
encontrar una, y después tener que seguir viviendo con ella, podría ser peor”
Dos las historias que
“pondrán de manifiesto hasta qué punto la psique humana tiene necesidad de
saber, aunque por el camino caigan las certezas que tenemos sobre nosotros
mismos y queden al descubierto nuestros secretos más vulnerables” Todo en un
mundo donde “no importa demasiado lo que
uno haga. Lo importante es lo que uno es capaz de hacer creer a la gente que ha
hecho”.
Una novela muy
entretenida, por su trama, por su agilidad, por su tratamiento narrativo, por
su misterio, y de extraordinario agrado no solo para los admiradores de
Sherlock Holmes, sino para los del género negro o policíaco. Recomendable.
“-A diferencia de un mundo donde impera el azar. Donde
la violencia y la muerte ocurren por casualidad, imposibles de prevenir y
detener. De todas las convenciones de los relatos de misterio, la única que
resulta imposible eludir es la solución…
¿Puedes escribir un relato de misterio
que termine en la incertidumbre? ¿En el que nunca llegue a descubrirse quién es
el auténtico culpable? Se puede, pero resulta insatisfactorio. Es desagradable
para el lector. Tiene que haber algo al final, alguna clase de resolución. No
es que siempre haya que atrapara o encarcelar al asesino. La cuestión es que el
lector tiene que saber. No saber es el peor desenlace para cualquier historia
de misterio, porque necesitamos creer que en el mundo todo puede saberse. La
justicia es opcional, pero las respuestas, al menos, son obligatorias”
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