“…
dando fe de la paradoja borgiana: naturaleza perecedera la nuestra y eternidad
de nuestros objetos, que seguirán ahí y no sabrán nunca que nos hemos ido”
En el caso de “La Manada”,
me indignó que después de la violación grupal durante los sanfermines de hace
dos años, los agresores no fueran conscientes de su transgresión, de su
crueldad. Y traigo a colación este suceso de aquí y tan actual, porque el extraordinario
libro de Laura Restrepo, “Los Divinos” (Alfaguara, 2018), me lo ha recordado. Cinco
son los componentes de “La Manada”, como cinco son en la novela los “Tutti Frutti”,
(Tarabeo, el Duque, el Píldora, Hobbo y el Muñeco), una pandilla de jóvenes
pudientes de Bogotá que desde la infancia mantienen un código impenetrable de hermandad,
protección y sumisión entre ellos, “el culto al trago, la prepotencia con las
hembras y el desprecio con los débiles”, personajes ficticios con los que la
autora recrea un crimen real que conmocionó y trascendió la sociedad
colombiana. El asesinato en 2016 de la niña Yuliana Andrea Samboní de siete
años, (“La Niña” en la novela), perteneciente a uno de los barrios más pobres
de la capital, secuestrada, violada, torturada y asesinada por Rafael Uribe
Noguera (en el libro, Kent o “Muñeco”), un arquitecto de 38 años, de acomodada
familia vinculada a la construcción. Un caso verídico al que
fue catalogado, gracias a la indignación y movilización social, de feminicidio,
o un crimen contra una mujer por el sólo hecho de ser mujer. Una niña. Únicamente
porque el agresor quería hacerlo, ambicionaba qué sentiría al ejecutarlo, y por
un “sentimiento” o mejor sombra de poder, por sentirse en una impunidad
monstruosa; pero no contemplaba la reacción de la sociedad entera colombiana que
se levantó y exigió justicia. Un desgarrador relato atravesado de imágenes de
una sórdida belleza, de contradicciones y fracturas en una sociedad marcada por
la desigualdad y la pobreza.
“Al
igual que nosotros, y desde un ángulo sociológico, el Muñeco es un ser
relativamente malo. Relativamente. Pero cabe preguntarse si tras la maldad
relativa no se esconde una absoluta. Bajo la maldad tolerada, ¿gravita una
maldad intolerable, esperando que le llegue el momento?”
Laura Restrepo, de quien
José Saramago dijo: “Cuando el nivel de la escritura llega hasta donde lo llevó,
hay que quitarse el sombrero”, traza con soberbia habilidad en “Los Divinos”
(Premio Córdoba por la Paz- Antonio Gala de Narrativa 2018), no solo los hechos
criminales veraces de la niña Yurena, desde la ficción, sino una narración
poderosa, obsesionada, vertiginosa, para asentar las deleznables causas que
provocaron el feminicidio, el recorrido por las cloacas sucias y oscuras de una
parte de la sociedad o de un sentido de una cultura machista, narcisista, hedonista;
a la que hemos visto y nos hemos ofendido con el suceso de “La Manada”, cuando esas
bestias creían que por violentar a una criatura anónima, invisible, estaban a
salvo de ser descubiertos y castigados.
“Pero
acaso quién no, nadie es perfecto. Tan superficial nuestro Muñeco como su
propia imagen en el espejo. Y dado el culto de su persona, como todos nosotros,
que hemos hecho de eso una religión monoteísta”
Hobbo o Hobbit, uno de
los miembros de los Tutti Frutti, que más por poder económico lo era por sus
apellidos preclaros, narra en primera persona, de manera reveladora y
atormentada, la biografía de esta banda de amigos que, desde casi la infancia
en el estrato alto de la sociedad bogotana, tienen que afrontar ya no sus
encuentros frívolos y divertidos, sino el terror, el crimen perpetrado por uno
de ellos, el Muñeco, el de una niña a la que secuestra, viola y ahoga, y con el
que, en una aberrante complicidad, intentan, por su carácter despreciable, por
su pacto de una enferma solidaridad, defenderlo, ocultarlo. Además del
desgarrador capítulo de la Niña, el prolongado desprecio y maltrato a la mujer (madres,
amantes, esposas, trabajadoras…) a lo largo de las vidas de estos “señoritos” disolutos,
el final de la novela, aún simulado, en la terrible y aguda disyuntiva de confesar
el asesino o cumplir a rajatabla con la fidelidad a la pandilla, supone un
enriquecimiento extraordinario de la ética y de la literatura.
“Él
mismo ya había anunciado que los muertos de la noche aparecen en la madrugada”
Laura Restrepo consigue
hacer fácil lo difícil, conjugar la verdad con la ficción sin apenas fallas, en
un tratamiento novedoso de los hechos desde otra perspectiva,
o desde otro
término, trascendiendo al crimen en sí, alejándose del foco de lo escabroso, de
lo criminológico, para incidir en la sociología, en los prolegómenos, en la
culpa, de responder el paso de una frivolidad opulenta, tan permisiva, al
horror, al asesinato de una niña pobre e invisible. Pero la autora no enjuicia,
a pesar de la dificultad se centra en la historia, haciendo que sea esta y a
través de sus personajes la que narre, la que lo cuente. Para ello se sirve de
otro recurso, con el lenguaje, que no por sencillo lo eleva a su más alta
expresión: la oralidad en su desarrollo; por medio de un fondo de imágenes
poéticas que guardan y del mismo modo remiten la sordidez del tema, los
monólogos y diálogos de los protagonistas, en una sucesión trepidante y
obscura, en los que se enmarca la prodigiosa visualización de sus conductas y
del medio; de la deuda social, de una sociedad cansada, indignada, rota, que
exige, aunque sea con violencia, el valor, la moralidad, la redención de la quiebra
de clases, de unas conductas deshumanizadas, más narcisistas, de un consumo
hedonista implacable, de una apatía cruel.
Los Divinos, una novela
indispensable, la que trasciende un crimen real para ahondar, desde una
intimidad estremecedora, desde una subjetividad moralista, los males de la
sociedad, de una fracasada cultura. Un relato conmovedor, frenético, magistral.
“Para
huir del terror, se refugió en la muerte. Gran frase. No es mía, es de A.
Álvarez. Dicen que cuando uno se va, es porque ya se ha ido. Me animo a glosar:
cuando te suicidas, es porque ya estás muerto”
No hay comentarios:
Publicar un comentario