Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



lunes, 27 de agosto de 2018

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Los Divinos" de Laura Restrepo.


“… dando fe de la paradoja borgiana: naturaleza perecedera la nuestra y eternidad de nuestros objetos, que seguirán ahí y no sabrán nunca que nos hemos ido”



En el caso de “La Manada”, me indignó que después de la violación grupal durante los sanfermines de hace dos años, los agresores no fueran conscientes de su transgresión, de su crueldad. Y traigo a colación este suceso de aquí y tan actual, porque el extraordinario libro de Laura Restrepo, “Los Divinos” (Alfaguara, 2018), me lo ha recordado. Cinco son los componentes de “La Manada”, como cinco son en la novela los “Tutti Frutti”, (Tarabeo, el Duque, el Píldora, Hobbo y el Muñeco), una pandilla de jóvenes pudientes de Bogotá que desde la infancia mantienen un código impenetrable de hermandad, protección y sumisión entre ellos, “el culto al trago, la prepotencia con las hembras y el desprecio con los débiles”, personajes ficticios con los que la autora recrea un crimen real que conmocionó y trascendió la sociedad colombiana. El asesinato en 2016 de la niña Yuliana Andrea Samboní de siete años, (“La Niña” en la novela), perteneciente a uno de los barrios más pobres de la capital, secuestrada, violada, torturada y asesinada por Rafael Uribe Noguera (en el libro, Kent o “Muñeco”), un arquitecto de 38 años, de acomodada familia vinculada a la construcción. Un caso verídico al que fue catalogado, gracias a la indignación y movilización social, de feminicidio, o un crimen contra una mujer por el sólo hecho de ser mujer. Una niña. Únicamente porque el agresor quería hacerlo, ambicionaba qué sentiría al ejecutarlo, y por un “sentimiento” o mejor sombra de poder, por sentirse en una impunidad monstruosa; pero no contemplaba la reacción de la sociedad entera colombiana que se levantó y exigió justicia. Un desgarrador relato atravesado de imágenes de una sórdida belleza, de contradicciones y fracturas en una sociedad marcada por la desigualdad y la pobreza.

“Al igual que nosotros, y desde un ángulo sociológico, el Muñeco es un ser relativamente malo. Relativamente. Pero cabe preguntarse si tras la maldad relativa no se esconde una absoluta. Bajo la maldad tolerada, ¿gravita una maldad intolerable, esperando que le llegue el momento?”

Laura Restrepo, de quien José Saramago dijo: “Cuando el nivel de la escritura llega hasta donde lo llevó, hay que quitarse el sombrero”, traza con soberbia habilidad en “Los Divinos” (Premio Córdoba por la Paz- Antonio Gala de Narrativa 2018), no solo los hechos criminales veraces de la niña Yurena, desde la ficción, sino una narración poderosa, obsesionada, vertiginosa, para asentar las deleznables causas que provocaron el feminicidio, el recorrido por las cloacas sucias y oscuras de una parte de la sociedad o de un sentido de una cultura machista, narcisista, hedonista; a la que hemos visto y nos hemos ofendido con el suceso de “La Manada”, cuando esas bestias creían que por violentar a una criatura anónima, invisible, estaban a salvo de ser descubiertos y castigados.

“Pero acaso quién no, nadie es perfecto. Tan superficial nuestro Muñeco como su propia imagen en el espejo. Y dado el culto de su persona, como todos nosotros, que hemos hecho de eso una religión monoteísta”

Hobbo o Hobbit, uno de los miembros de los Tutti Frutti, que más por poder económico lo era por sus apellidos preclaros, narra en primera persona, de manera reveladora y atormentada, la biografía de esta banda de amigos que, desde casi la infancia en el estrato alto de la sociedad bogotana, tienen que afrontar ya no sus encuentros frívolos y divertidos, sino el terror, el crimen perpetrado por uno de ellos, el Muñeco, el de una niña a la que secuestra, viola y ahoga, y con el que, en una aberrante complicidad, intentan, por su carácter despreciable, por su pacto de una enferma solidaridad, defenderlo, ocultarlo. Además del desgarrador capítulo de la Niña, el prolongado desprecio y maltrato a la mujer (madres, amantes, esposas, trabajadoras…) a lo largo de las vidas de estos “señoritos” disolutos, el final de la novela, aún simulado, en la terrible y aguda disyuntiva de confesar el asesino o cumplir a rajatabla con la fidelidad a la pandilla, supone un enriquecimiento extraordinario de la ética y de la literatura.

“Él mismo ya había anunciado que los muertos de la noche aparecen en la madrugada”

Laura Restrepo consigue hacer fácil lo difícil, conjugar la verdad con la ficción sin apenas fallas, en un tratamiento novedoso de los hechos desde otra perspectiva,
o desde otro término, trascendiendo al crimen en sí, alejándose del foco de lo escabroso, de lo criminológico, para incidir en la sociología, en los prolegómenos, en la culpa, de responder el paso de una frivolidad opulenta, tan permisiva, al horror, al asesinato de una niña pobre e invisible. Pero la autora no enjuicia, a pesar de la dificultad se centra en la historia, haciendo que sea esta y a través de sus personajes la que narre, la que lo cuente. Para ello se sirve de otro recurso, con el lenguaje, que no por sencillo lo eleva a su más alta expresión: la oralidad en su desarrollo; por medio de un fondo de imágenes poéticas que guardan y del mismo modo remiten la sordidez del tema, los monólogos y diálogos de los protagonistas, en una sucesión trepidante y obscura, en los que se enmarca la prodigiosa visualización de sus conductas y del medio; de la deuda social, de una sociedad cansada, indignada, rota, que exige, aunque sea con violencia, el valor, la moralidad, la redención de la quiebra de clases, de unas conductas deshumanizadas, más narcisistas, de un consumo hedonista implacable, de una apatía cruel.

Los Divinos, una novela indispensable, la que trasciende un crimen real para ahondar, desde una intimidad estremecedora, desde una subjetividad moralista, los males de la sociedad, de una fracasada cultura. Un relato conmovedor, frenético, magistral.

“Para huir del terror, se refugió en la muerte. Gran frase. No es mía, es de A. Álvarez. Dicen que cuando uno se va, es porque ya se ha ido. Me animo a glosar: cuando te suicidas, es porque ya estás muerto”

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