Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



lunes, 20 de agosto de 2018

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Sepulcros de vaqueros" de Roberto Bolaño.


No duermen nunca, debe ser por la conciencia o por un sexto sentido que los advierte de la soledad



Extraordinario. Un “libro desconcertante dentro del desconcertante universo” de Roberto Bolaño, “Sepulcros de vaqueros” (Alfaguara, 2017), que reúne en tres novelas breves o “nouvelles”, narradas en primera persona por un joven poeta latinoamericano, la máxima expresión de una narrativa que no por insólita, innovadora, siempre inquieta, imaginativa, fecunda, acallaría con su perfección a los detractores más conspicuos o sin duda más menesterosos. No voy a descubrir en estos momentos la genialidad de Roberto Bolaño, uno de los escritores contemporáneos más importantes en castellano. Sin embargo, sí me gustaría hacer especial hincapié en estos textos inéditos rescatados, como borradores que quizá jamás fue voluntad del autor vieran la luz (murió en 2003), de un rincón olvidado en un ordenador o unos garabatos en unas hojas de una carpeta perdida en su maremágnum creativo; por tanto, si son textos episódicos o fragmentarios, contraviniendo a la opinión mayoritaria o principalmente a aquellos conspicuos menesterosos, como un enfoque, según el comentario editorialista, de "cocina narrativa, laboratorio de escritura o trastienda", no invalidan el planteamiento de que esta sea la aplicación o característica fundamental de la obra del narrador chileno, por lo que refutarían la obviedad de una literatura inconclusa.. De hecho, siguiendo el magnífico prólogo de Juan Antonio Masoliver Ródenas: “Hablar de las novelas y los cuentos de Roberto Bolaño como fragmentarios resulta parcial, puesto que cada fragmento depende de una unidad en constante movimiento, en un verdadero proceso de creación que es al mismo tiempo consolidación de un universo. [...] La imaginación desbordada, la intensidad de los sentimientos, la incisiva crítica, la febril actividad o los extraños personajes hacen de Sepulcros de vaqueros un libro enormemente atractivo y original.” Experimentos, proyectos inacabados o los que necesitan desarrollarse en otros proyectos, piezas breves que, por contrario, los amarra una sutil guía o lazo que las hace formar parte de un todo inconcebible en una primera observación y lógico o con sentido en su conjunto. De ahí todo un universo de imágenes, de nombres, de procesos, de emociones, que aparecen aquí y allá por la bibliografía del escritor, con una imaginación capaz de sobre imponerse a sí misma, de descubrir y curiosear más allá de lo inimaginable, de afrontar nuevos desafíos con los que abordar una fecundidad asombrosa y libre.

“… debe ser que la historia y la gente están hechas para la confusión”

La obra formada por piezas que no parecen encajar en absoluto, pero con elementos coincidentes que hacen sospechar y confiar en un orden subterráneo, como la dama oscura que tiene ojos de insecto y un cocodrilo moribundo en la frente, acaso la alegoría de la literatura, se abre con “Patria”, un disgregado texto de veintitantos capítulos con la oferta para trabajar de policía que rechaza un viejo boxeador, con una fiesta coincidente con el derrocamiento de Salvador Allende (11/9/1973), para continuar con la fuga de la pareja formada por Patricia Arancibia y el poeta Rigoberto Belano (o Bolaño, o Bolamba), personaje principal de la trama, o de las tramas, con una reiteración de cartas, poemas, detenciones, sueños, reflexiones,…

En ‘Sepulcros de vaqueros’, Belano se hace llamar Arturo, (el héroe de “Los detectives salvajes”) quien, en cuatro actos, junto a su familia marchan de Chile a México, de la curiosa relación de amistad entre aquel y un tal El Gusano, de la historia de Dora Montes, de los pormenores del joven aprendiz de escritor, un maravilloso cuento fantástico, y de otro viaje entre Panamá y Valparaíso, con el golpe de estado de trasfondo en su regreso a Chile.

Para terminar con ‘Comedia del horror de Francia’, la historia en torno a un eclipse y el vagabundear del protagonista principal por la calles de una ciudad de la Guyana, hasta que a través de una imposible llamada telefónica se le brinda con formar parte, en las alcantarillas de París, del Grupo Surrealista Clandestino; este o a lo mejor un superviviente movimiento vanguardista de André Breton, nutrida de extravagantes personajes que recuerda a “La universidad desconocida”, la hermética academia poética creada por Bolaño.

“¡Tenía veinte años y era la primera vez que me enamoraba! Lo supe al instante… Y sin que lo pudiera evitar se me saltaron las lágrimas…”

Tres borradores que no lo son, tres textos independientes que no lo son, tres historias inconclusas que no lo son, fragmentarias, tampoco. No existe ninguna contradicción, ni insensatez narrativa, solo un dejarse llevar, con una habilidad impresionante, fascinante, por un universo ingrávido e interconectado, sin premisas ni condicionantes; son la historia, los personajes, con su movimiento, con su libertad, los que conducen a Roberto Bolaño, a través de un recorrido que si bien parece no tener continuidad, sentido, conduce a algo preciso y limitado, y lleva al lector al entendimiento, a la totalidad, al complejo universo literario del genial escritor chileno. A este respecto, me gustó la consideración de Colm Tobín: “Tomó lo que estaba allí, como Joyce hizo con Irlanda casi un siglo antes: una sociedad rota con una tradición literaria extraña. Y le dio la vuelta, usando su caos, su naturaleza informe e inestable, su violencia, para convertirlo en algo estable y eterno, en un logro literario sin parangón. Al igual que Joyce, cada uno de sus libros era más ambicioso que el anterior. Nos llevará muchos años alcanzar lo que él ha conseguido.”

“De hecho, Diodoro, es una novela que, como toda novela, por otra parte, no empieza en la novela, en el objeto libro que la contiene, ¿lo entiendes? Sus primeras páginas están en otro libro, o en un callejón donde se ha cometido un crimen, o en un pájaro que observa a un grupo de niños que juegan y que no lo ven a él”

Entretanto, sigamos esperando nuevos descubrimientos, inéditos, de la obra de Bolaño, porque cada uno de ellos, como estos relatos de “Sepulcros de Vaqueros”, es, según la editorial, “una pieza más, imprescindible y necesaria, del puzzle para descifrar el misterio". Imprescindible, pues hasta yo mismo me rio de esta “reseña ditirámbica”.

“Soy catalana. Soy atea. No creo en fantasmas. Pero ayer Fernando me visitó en sueños. Se acercó a mi cama y me pidió que cuidara del niño. Me pidió perdón por no dejarme nada. Me pidió perdón por no quererme. No. Pidió perdón por haberme querido menos que a los libros”

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