Por momentos eléctrico, improvisado,
sorprendente, así fue el pregón de las fiestas de Pedro Romero de Ronda amenizado
por la cantaora Estrella Morente. De entre los momentos hubo uno, o el origen,
o la esperada convulsión que trocó un acostumbrado pregón de feria, típico y
tópico, deslavazado y apurado, en un acontecimiento abierto donde la inspiración,
la magia, la admiración cogieron el testigo de la noche de Ronda, del aire y en
el abismo, para estremecernos con su esencia y entusiasmo: En correcta
entonación y tronío de los que creo unos versos de Goytisolo, en uno de los desenvueltos
ademanes de la pregonera, una botella de agua que había dejado a sus pies, en
el último vuelo de un vestido que acaparaba la metáfora del acto, cayó y huyó con
suavidad mientras dejaba un reguero húmedo de agua por la piedra del escenario.
Entonces arrancó el arte, con esa súbita explosión en quienes lo derrochan a
raudales, cuando la artista secundó ese rodar desplegando con donosura el
avance de su mano de fuera y al tiempo que se disponía para cargar una suerte
muy torera, con temple y desplante, confrontando la botella en un morlaco de
trapío, con un natural armonioso y expectante de una media verónica que no
llegó. Pero llegaron más invitaciones a la espontaneidad, al duende, ya con los
embrujos del cante donde es maestra y no en los lances de la narrativa al caso,
esclareciendo su propia incertidumbre: “No sé si he venido a Ronda para cantar
o para soñar”, estimulando en el respetable el incendio interior, el fuego y el
suspiro, la fusión de flamenco y tauromaquia, la chispa eléctrica y vibrante, el
¡Olé! y nuestro animoso aplauso.
#feriapedroromero #estrellamorente #Ronda
F.J. Calvente.
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