Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



martes, 20 de noviembre de 2018

"20-N"

Hoy voy a ser muy 'franco': Mi más sentido pésame a los aludidos, ellos, por el enorme peso de su muerto, al que deberían ya dejar marchar hacia la 'luz', acaso en lo que sería su primera vez. Y a los que, sarcasmo aparte, aunque no les acompañe en el sentimiento, les supondrá un consuelo aligerarse de losa tan incongruente, tan fría e incómoda; con justicia y respeto, con virtud y talento, para enterrar definitivamente a lo que tiene que ser desenterrado de encima de miles de callados restos, de los de una y otra orilla en la estupidez de las guerras fratricidas; para que deje de ser una anomalía irracional y deshonesta, una quiebra retrógrada en unos tiempos absurdos quizás por esta, entre otras, sorprendente y aciaga y crispada reminiscencia manchada de dolor, muerte y silencio. No extraño, extrañamos, no echamos de menos su presencia, no hay olvido para los que tienen memoria, para los que tuvieron miedo, heridas sin cerrar, una mordaza que desanudar, unos huesos que llorar. Solo el dios de algunos púlpitos, tristes genealogías (por supuesto tú, Luis Alfonso), y  los aludidos, ellos, lleven a aquel, a esa negrura de la historia, en su memoria. Ahora, los demás, o la dignidad, pueden, esperan descansar en paz.


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