Levanté la mirada y, maravillado, advertí cómo la ventana del vehículo había trocado en una pantalla de cine, en uno de esos espejos pintados tal como definió Ettore Scola, un maestro de la nostalgia; sesgado azogue que podría pertenecer a su «La famiglia», porqué no, por sus actores, por los personajes, joven y niño, madre e hijo, detenidos en el tráfago inquieto, por el llanto del cielo, de una calle de La Dehesa. Un refugio en la tormenta, me transmitió este fotograma de la película de la vida. Vida despojada, por un instante, de lo común, de lo anodino, de lo indiferente, un desnudo de ficción, para alterarlo en fantasía, capturarlo en una tierna quimera. Una escena bella, quieta, segura, silenciosa, expectante, nítida, colorida. Verdad o cierto, Orson Welles, (otro mítico director de cine y muy vinculado con Ronda. Sus cenizas en un pozo de artísticos matarifes), «Es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta.»
«LA FAMIGLIA»
© F.J. Calvente.
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