Desde la metáfora de su ruina eterna y bella, vigilante y quieta, el invierno guiña con la esperanza de los almendros vivos en flor, irisados y estridentes, en un milagro de resurrección enraizado en la muerte, como un drama efímero de Chejov, o de la regeneración que vendrá tras aquella, como nieve de primavera de Mishima; lo cual, además de la retórica, también es un visaje amable de redención y misericordia.
(Paseo silencioso, frío, por otra de las cornisas de la Hoya del Tajo. Acucia la lluvia, ambiciosa. Murmuro entre los dientes unos versos de Borges, como un exorcismo al mal escondido en la Casa Arrúa: «Hoy no me alegran los almendros del huerto. Son tu recuerdo». Marcho, calado no solo de agua, y escribo.)
«MILAGRO EN FLOR»
© F.J. Calvente.
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