Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



sábado, 25 de enero de 2020

«MILAGRO EN FLOR»


Desde la metáfora de su ruina eterna y bella, vigilante y quieta, el invierno guiña con la esperanza de los almendros vivos en flor, irisados y estridentes, en un milagro de resurrección enraizado en la muerte, como un drama efímero de Chejov, o de la regeneración que vendrá tras aquella, como nieve de primavera de Mishima; lo cual, además de la retórica, también es un visaje amable de redención y misericordia.


(Paseo silencioso, frío, por otra de las cornisas de la Hoya del Tajo. Acucia la lluvia, ambiciosa. Murmuro entre los dientes unos versos de Borges, como un exorcismo al mal escondido en la Casa Arrúa: «Hoy no me alegran los almendros del huerto. Son tu recuerdo». Marcho, calado no solo de agua, y escribo.)


«MILAGRO EN FLOR»
© F.J. Calvente.

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