Entonces, desapercibido entre fanfarrias enlatadas y al natural, de exóticos folklorismos, de escaparates con ruedas, monigotes y atracciones de la misma cabalgata de feria de ayer y mañana, aquel inteligente y enorme globo rojizo surcaba el plomizo cielo de Ronda entre tormentas con menos fuelle que la corporación municipal o el ánimo en estas postrimerías de agosto. Y sin embargo, aquel ingenio de disimulo en la propia escenografía festiva, escondía la inquietud de un peligro inminente, una catástrofe de magnitud, precisamente, planetaria. El exoplaneta, o esfera de este lado de nuestro Sistema, el colosal artefacto, trastulo y ovni o fani o UAP, tripulado por cuerdas cercanas o foráneas, en un armónico vaivén por el aire pesado de endebles borrascas, se aproximaba, en línea de colisión, a la plaza de toros, al coso de holocausto animal. El inminente desastre, como una de esas venganzas al borde de la muerte, se arrojó de una fascinación que absorbió la algarabía alegre y colorista, en un inusitado alborozo por el fin de una incongruencia inhumana.
F.J. Calvente.
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