Al observar el cartel de la corrida goyesca de 2022, obra del artista madrileño Carlos Franco, con esa confusión de sinuosidades y lances cromáticos en el coso maestrante de exterminio animal, pienso en que podía saber sido otro u otros los carteles de propaganda para este perverso evento.
Nada que objetar a la composición pictórica realizada por Franco, a su "mesticismo" o mestizaje inducido del mito clásico en la intolerable actualidad, y porque el presunto "desparrame" de lo "sagrado y profano" se admitiría no más a como una cuestión de fe o de ficción oscura por el escaparate de horror del referido espectáculo. Del mismo modo, refutar a que esta expresión artística, ni ninguna otra, legitime la consideración de arte y cultura de esos circos de sangre y dolor para fruición y diversión de quienes lo jalean y defienden. En primer lugar, porque en esto, arte y cultura se circunscriben a la pintura, una de las siete Bellas Artes, no a ese insólito ceremonial donde se maltrata y mata al animal; y además, porque el artista, Franco, no ha creado su expresión entrando a la arena a mutilar y pasar a cuchillo a un ser vivo, y no creo que esté en su ánimo incluso a ni imaginarlo.
Por tanto, y regreso al primer párrafo, dados la ridiculez y absurdo de esos mal llamados espectáculos taurinos, más bien tauricidas y sádicos, las dos fotografías que incluyó con el texto, una de Di Tella y otra lo ignoro, recogerían fidedignamente, en otros carteles para esta goyesca y para todas, la perturbada y grotesca función de un sadismo intolerable contra un ser viviente.
"Otros carteles tauricidas"
F.J. Calvente.
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