Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



miércoles, 17 de agosto de 2022

ENCUENTROS EN EL DESENCUENTRO (XIII): "NO ES SOLO LITERATURA".

 

ENCUENTROS EN EL DESENCUENTRO (XIII)


“NO ES SOLO LITERATURA”

 

 


-          

“Si quieres olvidar a una mujer, conviértela en literatura.”

 

 La frase de Henry Miller, brotada en la pantalla como por ensalmo, no me sorprendió, acostumbrado a esa suerte de inspiración que, volátil, voluble, voluntariosa, aparece y desaparece, va y viene como polen al viento, y sin necesidad de que yo la deje pasar o la desarrolle en algo necesario e inmerecidamente literario. Una cita, por otro lado, con la que no estoy de acuerdo, …  o no estoy de acuerdo en la mayoría de sus tocantes o derivados contextos. Verdaderamente lo que me ha sorprendido es que tú, seas lo que seas, sombra o entidad, reminiscencia o realidad, cuando yo escribía de otras cosas, muy divergentes por la que marcha esta de ahora, me hayas interrumpido para traer, para imponer la célebre frase del autor de "Trópico de cáncer", asaltando esta hoja virtual medio en blanco donde el cursor se ha parado al igual que yo, atónito y en cierta manera acojonado.

 

-          Hoy es un día especial, ¿no?

 

Lo has vuelto a hacer, escribir por ti mismo, a espaldas de mi voluntad, o de mi emoción, o de mi exigencia, como una de las escrituras automáticas de André Breton o en las que indaga la parapsicología. No puede ser, inadmisible, estas letras no pueden ser independientes a mí, no pueden tener su voluntad y criterio; pero míralas ahí, tan ajenas, propias, extrañas, caprichosas en contra de mi desahogo y lenitivo de letraherido o romántico, sin considerarlo siquiera… No, no puedo consentirlo. Tengo que pararlo, ahora que puedo evitar que vaya a mayores y consiga, además de asustarme más, con desquiciarme. Borrar las frases con el cursor o, una vez seleccionadas, con determinación pulsar la tecla “Supr”. Pero no puedo. ¿Cómo? No puedo.

 

-          No soy nada, ni nadie, tampoco soy ella, la mujer que lo ha decidido o quien jamás lo sepa. O acaso solo un remedo para el olvido, que puede ser tuyo o de otros desordenados versos, de invenciones que así mismo se objetan... O un recuerdo roto, por su indecisión, indefinición, por sus puntos suspensivos o agotada imaginación, de un miedo a contravenir un dejarlo estar o por cómoda resignación, qué más daba, qué más da. No soy ella, ni menos tú, o yo soy ambos en un momento especial.

 

Aun no siendo ella, esa frase de Miller, a mi entender desacertada, trae o la has traído hasta aquí no sé con qué intención o subterfugio; a no ser para revalidar un compromiso, cariñoso y delicioso, que se remonta a una década atrás, casi, de suplir con literatura una ausencia o un universo de lo que pudo ser y no lo fue. No sé…

 

-          ¿Por qué piensas que no se puede olvidar a una mujer convirtiéndola en literatura?

 

Porque escribiendo sobre ella, sea exclusivamente en esta fecha, no la borra de mi vida, de mi memoria, de mi poesía o fantasía, de una creatividad que de seguro la hizo posible, real, nítida en un argumento, en un cuento bonito de periódicas escenas, capítulos sucesivos, de prólogos recurrentes y ningún epílogo que la valga; de este modo, rememorándola, no la eclipsa, la hace más presente, más viva y cercana. Así de sencillo, y fácil.

 

-          Y con todo, lo sigues haciendo, escribir, escribiendo. ¿Por qué si no es para olvidarla por insistencia, por hastío, para que deje de ser luz, promesa, de una prosa, de un poema, de una música, de un color, de una pintura, de un reflejo, de un eco persistente en el pensamiento, de una deuda contigo, con ella, con todo, … continúas escribiendo, relatándola, y sin que todavía te pese, dure lo que dure?, será por algo, ¿no?

 

Tengo que estar enfermo, obsesionado, como para provocarme un desdoblamiento de personalidad, bastante insano… Enfermo… Escribo estas letras y no soy yo quien las escribe. Una locura. Sin embargo, sigo oyéndote, oyéndome, escribiendo, respondiéndote; mirando atrás con estos ojos del presente, buscando unos besos en la piel, en el alma, una desnudez efímera, recíproca, un ser, un estar en uno como lo fue una vez y frustrado otra; aquello que quedó en un testimonio sentido, sí, pero absurdo por su incontinua fe o confianza y con tanta hambre deseado, por un fin que jamás obtuvo o desmereció un final o su término.

 

-          Entonces escribes de ella… o, por el contrario, tratas de olvidarla con estas letras, con todas las letras que, acaso, nunca tuvieron oído, ni respuesta.

 

No lo sé, maldita sea. No sé la solución para esto, para todo; porque mientras más escribo no llego a olvidarla, y si no escribo la echo de menos, y me siento mal, muero, también fatal en otros textos o aspectos. El problema persiste o acaso este no lo sea, una esperanza, un empeño, una intimidad con el destino, un conflicto interno, no sé… Aunque, en definitiva, refuta la proposición de Miller y el propósito de no seguir escribiendo.

 

-          En resumidas cuentas, a lo mejor has creado un personaje, a una mujer, a una ficción basada en un modelo fehaciente, a otra, y tangible, creíble... Y la has forjado, compuesto con literatura; con tal intensidad, con tal efusión que ya no puedes tacharla, por causa de, como yo, volverse independiente, propia, libre, distinta y a su vez la misma. Te has enamorado de una entelequia, o de una relación que has transformado en metáfora, en un ensueño, en unos versos sin rima, en una ilusión de novela… Dándole vida, y dándote vida, al escribir de ella. Te pregunto: ¿Cuánto vas a seguir escribiendo? ¿Cuánto vas a eludir otro encuentro para deshacer el vaho en el espejo de la ficción? ¿Cuánto aguantarás hasta renovar el polvillo dorado de una magia que dejaste marchar y cada vez está más agostada, opaca, insensible, por mucha retórica y cromatismo con que la barnices y adores?

 

Supongo, o siento, que no hay, que no encuentro solución, ninguna. Si bien es cierto que todo escrito, todo sueño, toda recreación, arquetipo, amor contrariado, amor suspirado, amor pasado, amor venidero, tiene que tener un final o un nuevo comienzo para seguir existiendo. Y en esta disyuntiva, o predestinación, escribo y escribo y escribo…, en lo que, en un juicio desapasionado, objetivo de las cosas, de la realidad, instituye un carrusel tierno y hasta en cierto modo, sobrellevando el dolor, divertido; ruinas circulares de capítulos y capítulos que evaden el final y se alimentan entre sí, unos a otros, se delegan unos en otros, con independencia de los renovados escaparates que conjugan la ilusión con nuevos reclamos que no confunden, alientan más allá de su reiteración; y por esto los concibe, a estos elementos del querer, en entusiastas, vívidos, novedosos y voluntariosos por ser hollados y vapuleados a golpes, latidos de convulsión y sangre, saliva, sudor y otros fluidos de correspondencia y vínculo.

 

-          ¿Te estás engañando? ¿Te estoy engañando? Vives, juegas, sientes, una y otra vez en el mismo y penúltimo capítulo de una historia que desde hace mucho tiempo solo es ficción, un ciclo paradójico que, sin tener principio ni fin, terminará por destrozarte, por desequilibrarte si ya no lo estás…

 

¿Qué hago? No puedo dejar de escribir…

 

-          O bien terminas propiciando un encuentro, un hola y un te he echado de menos, a ver qué sucede, sacudiéndote de sombras y espejismos, deshaciéndote de la seguridad del azogue de estas fábulas, incluso puedes continuar, a su momento, escribiendo, pero con los pies bien asentados en el suelo y con el corazón más seguro de su palpitar; o bien concluyes con este ciclo en bucle que te hará terminar, solo a ti, muy mal. Todo por no asumir la frase de Miller, es decir, al no aceptar, a comprometerte con que no hay mujer, no hay nadie de carne y circunstancias tras estas letras, sino solo un concepto, una pasión, un temblor, una conmoción, … solo literatura.

 

El cursor se ha quedado quieto, en silencio, o piensa al igual que yo, será eso. Ahora, soy yo quién lo mueve al teclear estas palabras que comenzaron mencionándolo y que duran de esta manera: No, nada termina, nada va a terminar. No te vas a ir, mujer, aunque sea en estas fechas; no vas a morir, porque voy a seguir encontrándote en este cíclico desencuentro. Porque voy a seguir escribiendo, escribiéndote, capítulo tras capítulo de esta saga inconclusa o hasta que tú quieras. Y sin embargo... Aunque no me leas, ni lo hagas nunca, seguirás siendo, por ahora, mi más bella literatura.

 

F.J. CALVENTE.

 

 

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