“Después
de todo, todo ha sido/ nada,/ a pesar de que un día lo fue/ todo./ Después de
nada, o después/ de todo/ supe que todo no era más que/ nada.”
No
son estas las letras que con afecto y dedicación hubiera escrito, ni es este el
espacio o lugar para aquellas otras letras que por estas fechas confiaba al
programa de Feria del Barrio San Francisco. Tampoco van a ser estas que por
aquí corren, letras que recriminen, ajusten cuentas, venguen la orfandad, el
desinterés, el olvido o desprecio o descuido de mis otras letras desde...
tantos años atrás, muy gratos y sucesivos. Si una vez fue la primera vez para
aquellas letras, me confirmo, con sus retóricas, imbricaciones y vestigios, la
primera vez en que comencé y me dejaron interpretar el medio, a mi Barrio, con
literatura o con un remedo personal expresivo, entiendo que también ese
instante inaugural establecía una última o definitiva vez y la que en esta
ocasión no es o no será jamás puesto que no se ha producido, una ausencia, una
espera, un vacío. Aunque nada queda, de acuerdo, ni nadie seamos
imprescindibles, duele el silencio, la indiferencia, un porqué, la falta de una
explicación o un motivo. No, no quiero ahondar más en este ingrato asunto, para
qué. No, no quiero, no, del esfuerzo baldío; al suponer una venganza, un ataque,
un aparte, un desdén, humo, negación, reprobación … por voluntad propia o
ajena, interna o de afuera, amistosa o intrusa, colectiva o específica, ni por
verdaderos o fingidos. Una razón o incluso excusa, solo esto merezco, y exijo.
Años en los que me llenaba, me enriquecía el hecho de
formar parte de la tradición y de esta manifestación amena del Barrio San
Francisco, de divulgar mis emociones, mi deuda de gratitud, de integrarme en
este instrumento de comunicación y relación que son sus fiestas; particularmente
a sumarme en este aparejo que consideraba y considero más que a un programa de
feria, oficial u oficioso o ambos este año, una oportunidad y privilegio. Ahí
estaba yo entremetido en sus páginas, presente y efusivo, entre los saludas
formales de las autoridades, de su sucinta programación, de otras
colaboraciones históricas o poéticas, de algunas añejas fotos y plétora
publicitaria para sufragar... Ahí estaba yo, en un hueco o rincón literario o
solo en un fragmento de mi corazón escrito. Ahí estaba yo, con mi tiento e
ilusión por exhibir o sugerir el arraigo, la nobleza, el aliciente, la vida o a
vivir con consciencia en este Barrio único; acaso en una manera de emplazarnos ante
su espejo, donde vernos o aplicarnos en el paradigma del buen ceporrero, por el
escenario, o en el de buena persona y como ejemplos tenemos muchos, muchos; de ser
pues en el azogue y en el contexto eso, Barrio, y en concreto o de modo expansivo
en este calendario de sus días grandes y festivos. Ahora puedo hacerlo por
aquí, relatar, pero no es lo mismo.
Y hubiese deseado escribir, hilvanar hoy, con desahogo
y fundamento, en esta media luz de otoño y excepcionalmente más fría,
algarabías, sonidos, vértigos, colores y sonrisas, a intangibles y melancolías
de ayer, de promesas para mañana. Imágenes e impresiones trenzadas, por ejemplo
o tan cierto, con lo más cercano, con ese recuerdo sin recuerdos de Rafael en
la esquina de San Francisco de Asís con Ruedo Alameda, o un poco más arriba con
la puerta cerrada y la silla de enea ya sin peso ni bienvenida de Anita, con
Pepe Flores por los Santos y sus sacos desbordados de castañas y amables
sonrisas; o incluso en el testimonio de las primeras hojas que caen y como cayó
gran parte de un árbol centenario por desidia, en la esquina con Torrejones de
la alameda franciscana, en un tramo de los poyetes sin cobijo para los todavía allí,
o unos metros al lado, Salvador “el naranjero”, Paco “el Lerena”, Pepe “el
policía”, ... quienes aún oyen entre otros a Gaspar, sí, el de Micaela, y a
otras constantes presencias que nunca se marcharon y puesto que viven en nuestra
cotidiana retentiva; o incluso con detener el último baile de Antonio “Sacalastoa”,
o los asientos fijos en la memoria de Frasquito de “María Meli”, frente al “Sucio”,
o el de Eduarda frente al atrio del extinto colegio mixto San Francisco; o de
la fuente inagotable y viva de historia y costumbrismo de Ángeles de “la Pila”,
o incluso de las épicas de “el Turrillo”... En un transitar ahora, sigiloso y
generoso, por esta inaudita línea de fuego fraterna y colectiva, como si se
tratara de una nostálgica caseta de tiro o de tiro pichón en el real de la
feria; donde mi palillo, en esta tregua ambigua de disparos
cruzados y extraviados, ya ha caído.
Un encuentro, solo era esto, eran estas mi atención, mi
ilusión, y los he perdido; para en estos momentos reclamar un porqué, la
decisión o argumento, o el indiferente pretexto o silencio. Y termino, con
estas letras que no son las letras que con afecto y dedicación hubiera escrito.
Con un hasta siempre en este presente de deseos, deseándoles pasen, pasemos,
una buena feria; abiertos, divertidos y apegados siquiera más a este Barrio, a
esta tierra, a un mundo incomparable y sencillo. Gracias, por tanto, por todo,
por ... Finalizo con estos versos, de “Vida” de José Hierro, como fueron
asimismo suyos los del principio:
“Qué
más da que la nada fuera/ nada/ si más nada será, después de/ todo,/ después de
tanto todo para/ nada.”
F.J.
CALVENTE.
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